Viernes, 15 de enero
A las cinco de la mañana han empezado a sonar todos los despertadores de la casa. Me preocupaba no levantarme a tiempo y parece que no era yo la única que temía esa posibilidad… Yo sólo puse dos…
Y a las cinco en punto, sobresaltada con tanto estruendo, saltaba de la cama a toda prisa para apagar las alarmas. Una vez todo en silencio, iba como una zombie a la cocina y me hacia un café. Tras beberlo, si, entonces ya era persona.
Mi madre, que es quien me iba a acompañar al aeropuerto, también ha llegado a la cocina a tomarse su café. En eso nos parecemos mucho. Sin café, no somos nadie y no podemos hacer nada.
Y a partir de ese momento, todo ha discurrido con mucha rapidez. Antes de las cinco y media ya estábamos saliendo por la puerta, rumbo a la Terminal 1 del aeropuerto. La noche pasada, para mí fue agobiante por culpa de la maleta: no había manera de meter todo lo necesario y todos los regalos, sin sobrepasar en varios kilos el límite de peso marcado en mi billete. Tras cambiar varias veces las cosas de maleta, intentando buscar la más ligera; eliminar de mi equipaje todo lo que no consideré estrictamente necesario y; dejar fuera, para llevar a mano, más cosas de las que hubiera deseado, mi maleta seguía muy excedida de peso. Pero decidí que ya había reducido mi equipaje a la mínima expresión, así que, si era necesario, pagaría el exceso de kilos. Al final de tanto ajetreo, me acostaba cerca de las 2 de la mañana… ¡Qué estrés!
Yo he conducido hasta el aeropuerto. Y he puesto la canción que me gusta ahora, y que la tengo gracias a que mi hermana, me la grabó en un CD, hace unas semanas. Se llama I gotta feeling y dice que “Tonight is gonna be a good night”, y escuchándola, pues ese mismo feeling, he tenido yo, pero cambiando night por trip. Si, tengo el presentimiento de que voy a tener un estupendísimo viaje a Bombay. Let’s do it, como dice esa misma canción.
Ya en el aeropuerto, el facturador que me ha tocado, -es que no sé como hay que llamar a las personas que están en el mostrador, imprimiendo las tarjetas de embarque- era muy serio. Yo, en cambio, sonreía mucho mientras le preguntaba si era posible facturar la maleta directamente a Bombay (tenía que comprobarlo) y le pedía que me buscara un asiento en ventanilla. Yo siempre pido pasillo en los aviones, es por que prefiero poder levantarme las veces que quiera sin molestar a nadie. Mi segunda opción es ventanilla, sobre todo si vuelo a un sitio nuevo y me apetece verlo desde arriba. Lo que odio con toda mi alma es ir en medio. Me parece lo mas incómodo y poco apetecible del mundo. Hoy, me hace ilusión ver Bombay desde el aire por eso he pedido ventanilla. Y el facturador, siempre muy serio, me ha dicho a las dos cosas que si. Y luego, como el que no quiere la cosa, me ha comentado también que “mi maleta pesaba mucho”. “Ah ¿si” intentaba disimular yo que la había pesado como cinco veces en mi báscula, no sé si con el irrealizable deseo de que lo hubiera hecho mal y en una de esas, pesara menos… Pero no he dicho nada más, sólo le he mirado a los ojos. Y él, sin hablar, sin sonreír, y sin levantar la vista de su pantalla, le ha puesto el adhesivo a Bombay, vía Heathrow y yo… he respirado tranquila mientras le daba las gracias por todo. Primer obstáculo, superado. Lo que yo no sabia entonces era lo que todavía me faltaba por superar…
Como tenía tiempo, he estado merodeando por el duty free, cosa que me encanta hacer, y ¡oh sorpresa! Lo primero que he visto ha sido una colección de botellas azules de la ginebra Bombay. Eran una belleza. Me ha hecho tanta ilusión, que he sacado la cámara y he hecho unas fotos. Han venido corriendo las empleadas de Aldeasa a regañarme, se ve que allí, no se pueden hacer fotos. Bueno. Pues me he comprado unas cremitas para la cara…. je,je.
El avión de British Airways iba medio vacío (y en este caso, no es una apreciación pesimista… sino todo lo contrario: ¡más espacio para todos!) Y si, yo tenía una flamante ventanilla.
Una vez se han cerrado las puertas, el comandante ha empezado su discurso habitual “Welcome on board, bla, bla, bla…” Yo no prestaba mucha atención. Pero de pronto, me ha parecido escuchar la palabra “delay”, y sobre todo, “because of the fog” ¡¡FOG!! Niebla en Londres. Y me ha parecido entender que teníamos por esta causa un retraso de treinta minutos. ¡¡¡¡TREINTA MINUTOS!!! Esa media hora, para mí significaba hacer la conexión a Bombay con el tiempo justo, o… ¡perder el vuelo! He mirado a mi alrededor, para ver si alguien estaba atento a lo que estaba diciendo el comandante y me confirmaba la mala noticia. Pero no, el resto de pasajeros, o estaban adormecidos, o charlando entre si, nadie se había dado cuenta.
Enseguida, para que no quedara ninguna duda, un azafato en español ha dicho –y lo ha dicho directamente, sin bienvenidos ni nada de eso- que despegaríamos con un retraso de 30 minutos debido a la niebla que había en el aeropuerto de Heathrow. ¡Noooooo! Aunque lo ha dicho con mucho acento inglés, lo he entendido perfectamente. Voy a perder la conexión a Bombay.
Cuando he visto a un azafato por el pasillo, le he comentado mi problema y me ha preguntado que cuánto tiempo tenía para la conexión, le he dicho que sin retraso hora y media, y me ha dicho que era tiempo de sobra. No me he quedado muy tranquila, pero he disfrutado del amanecer mientras despegábamos, de un delicioso sandwich de tres quesos y de un café –que aunque muchos lo llamarían aguachirli– a mí me ha encantado. Y otro azafato, el que me ha servido el desayuno, me ha dado dos zumos de naranja (el resto de la gente tenía sólo uno), me he sentido mimada y además, estaba buenísimo, como hecho en casa….¡Gracias!
El avión había despegado, exactamente, con media hora de retraso. He calculado que también aterrizaríamos 30 minutos más tarde, es decir, a las 9:30, hora de Londres. Y se me ha ocurrido mirar la tarjeta de embarque del vuelo a Bombay para comprobar la hora de embarque. El facturador del aeropuerto me la había entregado en una carpetita azul, junto al resguardo del equipaje. Sólo entonces me he fijado que esa carpetita eran las instrucciones para hacer la conexión entre terminales en el aeropuerto de Londres. Claramente ponía que el tiempo necesario era una hora y media. Yo sólo iba a tener –si todo iba bien- 40 minutos. Mi vuelo se embarcaba a las 10:10h y –según lo que ponía en la carpeta- tenía que atravesar el aeropuerto de Heathrow de punta a punta. ¡Ay, Dios mío!
Cuando faltaban 45 minutos para aterrizar según mis cálculos, mi nerviosismo iba en aumento. Entonces, ha pasado uno de los azafatos (¿o tal vez habría que decir auxiliar de vuelo?, pero no, que es demasiado largo…) En total, en este vuelo a Londres había una tripulación de 4 personas, 3 hombres y 1 mujer. Pues al azafato que ha pasado, le he preguntado mientras le entregaba mi tarjeta de embarque, “Excuse me (y sigo en castellano en atención a mis lectores) voy a perder la conexión, ¿verdad?” Era el mismo que me había dicho antes que tenía tiempo de sobras. Ha mirado su reloj y me ha dicho que, bueno, si nosotros teníamos retraso por culpa de la niebla en Londres, igual el avión a Bombay también salía retrasado, y me daba tiempo a cogerlo.
Aunque no he dicho ni mu, supongo que mi cara se lo ha dicho todo. Así que, me ha pronunciado tres palabras: “wait a moment” y se ha ido con mi tarjeta de embarque a hablar con su jefe. Ha vuelto al cabo de unos minutos y me ha dicho que lo habían preguntado y, no, el vuelo a Bombay no tenía retraso. Que cogiera mi equipaje de mano y fuera a sentarme en primera clase, en cuanto el avión abriera sus puertas, yo sería la primera en salir y debería correr. Si tenía suerte… tal vez… Y si no, también habían confirmado que hoy había otro vuelo que salía de Londres a Bombay unas horas más tarde. Bueno, algo es algo. Y he agradecido enormemente el detalle.
He cogido mis cosas, y me han sentado justo enfrente de la puerta.
A las 9 en punto, el comandante ha anunciado que nos preparáramos para aterrizar, lo haríamos en 20 minutos. ¡Qué bien! He pensado, diez minutos que gano.
Ja, ja. Al cabo de 5 minutos ha venido el sobrecargo, con cara muy seria, para decirme que no nos habían asignado finger, que vendría un autobús a buscarnos. Eso supondría que el desembarque sería más lento. Me ha dicho que la cosa se ponía fea para mí. Por fin hemos aterrizado, y, realmente, ha sido eterno el tiempo que hemos tardado en llegar al lugar de la pista donde nos esperaba la escalerilla. He salido la primera del avión, tras escuchar un sincero “Good luck” por parte de la tripulación, a la que he agradecido efusivamente su ayuda. Pero una vez en la lanzadera, he tenido que esperar a que se llenara de pasajeros. Un señor que también iba en clase business y se ha percatado de lo que me decían los azafatos, me ha preguntado que adonde iba. A Bombay, y yo, para no ser menos, le he preguntado que adónde iba él, porque también había escuchado como este señor le preguntaba al sobrecargo que cómo se enlazaba más rápido con la Terminal 5 (la misma a la que tenía que ir yo). He supuesto que también tenía que hacer una conexión. Era muy guapo y simpático. He pensado que ojalá fuera a Bombay.
Y me ha dicho que no iba a ningún sitio, que en esa Terminal 5, le estaba esperando su mujer. Me he quedado con la cara de pasta de boniato. ¡Vaya metedura de pata! Pero él me ha seguido preguntando, ahora, que cuándo salía mi vuelo. Le he contestado y ha mirado su reloj y me ha dicho que lo conseguiría. Le he mirado agradecida y le he dicho que gracias por su pensamiento positivo…
Cuando el autobús nos ha depositado en la Terminal 3, yo he empezado a seguir las indicaciones amarillas de “Flight conections” ¿Alguien ha visto a una corredora de fondo por los pasillos de Heathrow esta mañana? Era una servidora, que se arrepentía de no estar en su mejor forma… y más de una vez se ha quedado sin respiración, porque esos pasillos, escaleras y pasarelas…. ¡eran larguísimos! Además, todo el tiempo tenia que ir sorteando a otras personas que iban a paso normal.
He corrido y corrido, arrastrando mi trolley (o cargando con él por las escaleras) hasta llegar al punto de distribución a las otras terminales. Han sido unos 10 minutos corriendo. En ese punto, que era como una sala circular, había varias puertas, cada una, marcada con el número de Terminal correspondiente. Cuando he visto la del número 5, también he visto al autobús que arrancaba en ese momento. ¡Nooooooo! Lo había perdido por unos segundos. Horrorizada, he ido a preguntar en información –que estaba allí enfrente- cuánto tardaría el próximo. “A couple of minutes, madam” ¡Menos mal! Y en efecto, ha llegado el autobús en dos minutos pero claro, hemos tenido que esperar a que se llenara… En cuanto ha arrancado, una grabación con una voz muy agradable, nos ha dado la bienvenida y nos ha dicho que ese bus iba a la Terminal 5 y que el tiempo estimado de transporte eran 7 minutos. Se me han hecho eternos, claro, pero, como también nos han avisado que había que volver a pasar el control de seguridad antes de acceder a las puertas de embarque, he decidido quitarme el cinturón, el reloj, los anillos… para no tener que hacerlo después.
Cuando hemos llegado, he vuelto a empezar a correr de nuevo. ¡Pero esta vez no llevaba cinturón! Mis vaqueros iban bajando poco a poco. Ya sé que está de moda eso de la cintura baja… pero no es mi estilo… y a veces tenía la sensación de que se me iban a caer del todo. ¡Uf! Pero no; no podía dejar de correr.
Ya estaba en la Terminal 5, pero ahora, tenía que dirigirme a la zona B. Siguiendo de nuevo las indicaciones amarillas, he llegado a un ascensor que ya tenía unas 10 personas dentro y estaba cerrando sus puertas. Yo debía coger ese ascensor. Un chico que estaba al lado de los botones, y que me ha visto corriendo de lejos, ha puesto su mano para impedir que se cerraran las puertas hasta que yo entrara. ¡Qué detalle! He llegado corriendo y casi sin respiración y he despertado las sonrisas (y risas) de los que allí estaban. Todos conscientes de que seguramente estaba a punto de perder un vuelo. Pero nadie me ha dicho nada, sólo me miraban sonriendo.
Cuando hemos llegado a la planta -2, la de la zona B, pues he salido de nuevo pitando. Ahora una escalera mecánica hacia arriba, la más larga que he visto nunca. La he subido corriendo, y a veces, saltando los peldaños de dos en dos. Al llegar arriba ¡oh, no! Otra escalera igual de larga. Esta vez, ya no podía saltar, los peldaños los he subido de uno en uno. Menos mal que no había nadie a quién sortear por el camino.
Y por fin he visto el control de pasaportes. Le he preguntado a la policía si mi vuelo tenía retraso. Ha mirado su pantalla y me ha dicho que no. Que fuera directamente a la puerta de embarque sin entretenerme, que no me sobraba tiempo, y me ha dado instrucciones muy precisas de cómo hacerlo. Si, si, claro. Pero antes… ¡el control de seguridad! Suerte que ya me lo había quitado todo. Lo malo es que había 6 personas delante de mí, y de las patosas. Bueno, he pasado por fin por el escáner de nuevo y he seguido corriendo. Las zonas C y B, estaban al final de un largo pasillo. Y cuando he llegado al final del mismo y he doblado la esquina… ¡oh, no! Era el andén donde había que coger una especie de metro. He visto uno que estaba parado, a punto de salir, a unos 20 metros más adelante, y he tenido que hacer un sprint, pero lo he cogido.
Al bajarme, ya estaba frente a la zona B, sólo tenía que buscar la puerta B35. He corrido hasta la puerta y… ¡bingo! Eran las 10:11h. Y aún quedaban algunas personas pasando por el finger, así que he pensado que me daba tiempo de entrar en el cuarto de baño (prefiero el del aeropuerto, que el del avión, claro). No he tardado nada… ¡lo prometo! Pero cuando he salido, ya no quedaba nadie en la puerta, y he oído por el altavoz que cerraban el vuelo. ¿Quéeeeeeee? Menos mal que la señorita aún estaba allí, ha cogido mi pasaporte y mi tarjeta de embarque y me ha dejado pasar. He sido la última en subir al avión.
Cuando he llegado a mi asiento, el 34J.. ¡Horror! ¡Me ha tocado en medio! ¡El facturador de Barcelona me había engañado….! Y lo peor, a mi izquierda un señor –indio- gordo y nada agraciado, y a mi derecha, una señora, también india y muy rara, y también gorda. Voy a ir super apretujada. Pero bueno, si este es el precio por no haber perdido el vuelo… lo pago con gusto.
La comida, mejor no podía ser: pollo al curry con arroz basmati. Mmmmmmm! De primero, ensalada de garbanzos. Muy rico todo.
El avión era super moderno. Cada uno su propia pantalla táctil para elegir lo que quería ver u oir. Yo, cuando me he cansado de escribir esta historia que estás leyendo y de dormir, que falta me hacía, he visto una película “500 días juntos”, que me ha recordado a una buena amiga que habló de ella en su blog. He tenido los mismos sentimientos que ella. Y no sólo por eso, también porque estaba doblada ¡en mexicano!, no en español de España. Eso suena muy raro…
Después de la película, he decidido escuchar algo de música. Y, ¿qué canción ha aparecido en el playlist de mi pantalla?…. ¡Si! I gotta feeling. O sea, seguro que este viaje va a ser memorable. La he escuchado unas cuantas veces seguidas, y hasta tenía ganas de bailar…. Estos The Black Eyed Peas son estupendos.
Y, a pesar de mis compañeros de viaje, el vuelo ha sido muy agradable…. Y hemos llegado con puntualidad británica a nuestro destino.
Gracias Dios. Gracias azafatos del avión a Londres. Gracias joven del ascensor. Gracias policía de los pasaportes. Se confirma una vez más mi teoría: si uno se esfuerza y hace todo lo posible, puede vencer al destino. ¿Lo pillas, mi amigo?