Bombay… ¡Espérame, que voy!

Sábado, 9 de enero

Hoy empieza la cuenta atrás. El sábado que viene, a estas horas, ya estaré en Bombay. Tengo la sensación de que éste va a ser un viaje especial, y que va a suponer una experiencia personal muy importante para mí. Claro que esto no es ninguna novedad, dicen que todas las personas que visitan la India por primera vez, regresan impactadas: ya sea en el plano negativo, rechazando la miseria y la pobreza que abundan allí; o por el contrario, admirados por la belleza, los contrastes y la espiritualidad de uno de los países con mayor potencial de crecimiento del mundo. Por eso me he decidido a abrir este diario de viaje, porque deseo escribir (y que no se me olvide), no sólo todo lo que me suceda, sino también las emociones y sentimientos que estoy segura me regalará esta nueva aventura vital.

Tal vez sea necesario iniciar este relato escribiendo sobre las circunstancias que me llevarán a Bombay en menos de una semana.

Todo empezó en agosto de este año, cuando un compañero de trabajo, Casanova Italianini, me pidió que le hiciera un favor: llegaba a pasar unos días en Barcelona un amigo suyo procedente de la India, y no hablaba castellano. Casanova quería presentarle gente que hablara inglés, para que su amigo pudiera disfrutar en su compañía, y también para ir ampliando su círculo de conocidos y amistades en la ciudad. Acepté salir a cenar una noche con ellos, invitando además a una amiga mía. Seríamos cuatro. Si la experiencia era positiva, repetiríamos; pero el compromiso inicial era sólo por una noche.

La velada fue inesperadamente agradable. Balaraj Thakur resultó ser una persona encantadora, interesante, inteligente y divertida. Como era vegetariano –cosa que creo es habitual entre los indios muy religiosos- fuimos a cenar a un simpático restaurante de Ciutat Vella, en el que dentro de su delicioso menú de comida mediterránea ofrecen distintos platos vegetarianos.

Y para completar la foto, sólo falta presentar a mi amiga, Bella Todoterreno, que aceptó encantada la invitación, pasó a recogerme con su moto por la puerta de mi casa y sugirió que fuéramos a ese restaurante tan acertado. Lo pasamos francamente bien.

Durante la cena, supimos que Balaraj Thakur no estaba en Barcelona sólo de vacaciones, sino que había venido con el objetivo de contratar un espacio en el que llevar a cabo su primera exposición de fotografías. Y es que, aunque Balaraj es un industrial textil afincado en Bombay, la fotografía es una de sus principales aficiones, por no decir su pasión. Lleva 45 años haciendo fotos, y, en este tiempo, ha acumulado más de 10.000 imágenes, en su mayor parte dedicadas a la naturaleza exótica, los retratos, la arquitectura histórica y la tradición espiritual y religiosa de los lugares que ha visitado. Según nos confesó Casanova, no estaba resultando una tarea fácil, ya que Balaraj no era conocido como fotógrafo en el círculo artístico de la ciudad, y las distintas galerías que habían contactado, no querían arriesgarse.

Al saber que mi especialidad profesional era el marketing corporativo, Balaraj Thakur me contrató para que me encargara de todas las acciones de comunicación de su exposición, la primera que realizaba en solitario y que para él, era muy importante.

En primer lugar, le sugerí un espacio para organizar allí la exposición de sus fotografías. Se trata de uno de los lugares más exclusivos de Barcelona, propiedad de un buen amigo mío, Francisco de Goya, al que intuía le iban a encantar tanto Balaraj como su obra. No me equivocaba. Exponer en este lugar era uno de los factores que garantizaba a Balaraj Thakur una adecuada proyección de su obra, no sólo por el lugar en sí que es un espacio muy bello y elegante, también por su ubicación en la zona alta de Barcelona, por el carácter emprendedor de su director y, sobre todo, por la selecta y exclusiva base de datos de clientes y artistas de la galería. Balaraj se aseguraba de esta manera su entrada por la puerta grande.

Sugería, además, en un título para la exposición y que las imágenes se acompañaran con interesantes y completas explicaciones, tanto biográficas sobre el autor, como relativas a los objetivos del proyecto, cuyo resultado era una colección de imágenes tan especiales, y que tuvimos ocasión de admirar Bella y yo esa misma noche, tras la cena, en el lujoso apartamento en el que se alojaba Balaraj.

Como tardé unas semanas en aceptar el encargo, no había mucho tiempo. La exposición se inauguraba a principios de noviembre. Así que, me puse manos a la obra: generé una página en Facebook que amplia contínuamente su número de admiradores; abrí un blog sobre la exposición en inglés y otro en castellano, envié diversas notas de prensa e invité al evento inaugural a mis propios contactos, que se sumaron al extenso mailing que realizó la galería. La repercusión de la exposición ha sido bastante buena, y la inauguración, un verdadero éxito social en Barcelona. Balaraj Thakur vino acompañado de varios miembros de su familia para el evento, con los que tuve la ocasión de compartir cenas, aperitivos y visitas turísticas durante su estancia en Barcelona.

Estaban todos, pero especialmente Balaraj Thakur, tan satisfechos con la exposición, la inauguración y sus pequeñas vacaciones en mi querida ciudad, que, tras una insistente invitación de Magnus para visitarles en enero, finalmente, accedí. Y la verdad, es que ahora estoy muy ilusionada con este viaje.

Cinco. ¿Bombay o Mumbai?

Domingo, 10 de enero

Sólo faltan cinco días para iniciar mi viaje.

Yo siempre he dicho “Bombay”. Por eso, me resultaba especialmente chocante encontrar personas y escritos que se referían a esta ciudad como Mumbai. ¿Cuál es el nombre correcto?

He aquí la explicación. A mediados de los años 90, los nombres de muchas ciudades de la India fueron modificados por sus gobernantes para re-indianizarlos. Y este fue, precisamente, el caso de Bombay, que en 1995 pasó a denominarse Mumbai. Sin embargo, la Asociación de Academias de la Lengua Española recomienda que se siga usando el término tradicional –Bombay- para referirse a esta ciudad. Es decir, el nombre oficial desde 1995 es Mumbai, pero la academia recomienda que en castellano, sigamos utilizando Bombay. Por eso, querid@ internauta, verás que yo seguiré diciendo Bombay.

Y ya que estamos, investiguemos un poco más. ¿De dónde viene el término Mumbai? Pues es una derivación del nombre Mumba Devi, que identifica a la diosa patrona y protectora de la ciudad. Es una divinidad identificada con la «madre tierra» a la que adoraban los koli, que es como se denomina a los pescadores antiguos, considerados los pobladores originales de Bombay.

Existe una leyenda acerca del origen de esta diosa. Se dice que la ciudad de Bombay era regularmente atacada por un cruel gigante llamado Mumbarka. Este ser maligno, se divertía saqueando y devastando contínuamente la ciudad. Sus habitantes, cansados de tanto desastre y tanta injusticia, fueron a denunciar la situación ante el dios Brahma (en algunos textos el dios justiciero es Vishnu). Para ayudarles, Brahma formó una diosa de ocho brazos, utilizando para ello parte de su propio cuerpo y la envió a destruir al gigante. Cuando ella le había vencido y Mumbarka estaba al borde de la muerte, le concedió un deseo. El pidió que ella adoptara su nombre para que éste se perpetuara en la tierra. Por eso, la diosa se llama Mumba Devi.

Años más tarde, los devotos de Mumba Devi levantaron un templo en su honor, y esta diosa, además de protectora y patrona de la ciudad, es considerada la deidad residente de Bombay.

Cuatro. Bombay basics.

Lunes, 11 de enero

En cuatro días inicio mi viaje a Bombay.

La ciudad que me espera es la capital del estado federal de Maharashtra, situado al centro-oeste de la India. Con sus más de 22 millones de habitantes (estimados), Bombay se cuenta entre las cinco ciudades más pobladas del mundo, únicamente por detrás de Tokio, Seúl, México DF y Delhi.

Actualmente, Bombay es el principal centro económico de la India y uno de los puertos comerciales y de pasajeros más importantes del Subcontinente Asiático. También alberga una de las industrias cinematográficas más productivas del mundo: Bollywood. La ciudad se asienta sobre una estrecha franja de terreno que surge de la costa pantanosa y se adentra en el mar Arábigo, es el resultado de ganar terreno al mar. Originalmente, la gran urbe que pronto conoceré,  era un conjunto de siete islas habitadas por pescadores.

En Bombay se disfruta de un clima tropical, con altas temperaturas a lo largo de todo el año y una elevada humedad. Durante los meses de junio a septiembre se produce el monzón: una sucesión de lluvias torrenciales que pueden suponer hasta el 95% de las precipitaciones de todo el año. Pero yo voy a tener suerte, porque enero es uno de los meses más frescos y secos, con una temperatura media de 24ºC.

Uno de los monumentos más conocidos de Bombay es la denominada «Puerta de la India» construida el año 1924 en conmemoración de la visita a la ciudad del rey Jorge V y su esposa en 1911.

Este particular «arco del triunfo» de color miel, se construyó también como símbolo y lugar de bienvenida a los viajeros que llegan a Bombay por barco.

Yo llegaré en avión, pero bueno… creo que este monumento también me dará su bienvenida.

Tres. Soy afortunada.

Martes, 12 de enero

Sólo tres días y…

Hoy me siento especialmente afortunada y feliz. Acabo de recibir noticias de mi anfitrión en Bombay, Balaraj Thakur. Me ha escrito un e-mail para ponerme al tanto de los preparativos que ha hecho con motivo de mi llegada a Bombay.

Llego con British Airways poco después de la medianoche del viernes. La verdad es que hubiera preferido otro vuelo que llegara a una hora menos intempestiva… pero desde Europa, imposible.  Balaraj ha dispuesto que un coche esté esperándome a la salida de la zona restringida del aeropuerto para llevarme a casa. Su chófer, Abdul, me esperará portando un cartelito donde estará escrito mi nombre y el número de mi vuelo, así podré identificarle. Abdul vestirá camisa blanca y pantalón negro. Dispongo también del modelo, color y matrícula de los dos vehículos que podrían estar esperándome. Y por si -a pesar de todo- no le encuentro, Balaraj Thakur me ha facilitado el número del teléfono móvil del chófer para que pueda localizarlo… ¡Cuántos detalles! ¡Cuánta amabilidad! ¡Estoy impresionada!

Y esto no es todo. Balaraj también me dice en su mensaje que me facilitará una tarjeta SIM para mi teléfono móvil, para que pueda utilizarla mientras esté en Bombay. ¡Esto ya no es organización! ¡Esto es tratarme como a una princesa! Me siento muy agradecida y muy afortunada… ¡No sé cómo podré corresponder a tanta generosidad! ¡Ya estoy deseando estar allí!

Y también ha sucedido hoy algo más por lo que me siento muy afortunada. He comido con una de mis mejores amigas, Montserrat Roca. Nos conocimos en el colegio, y se da la coincidencia, de que nacimos el mismo día, con tan sólo 2 horas de diferencia.

No nos hemos visto, ni llamado, ni cruzado ningún e-mail durante los tres últimos meses. La razón es que ambas hemos atravesado una época muy oscura, cada una por distintas razones. Y aunque las dos hemos reconocido que habíamos pensado en la otra, no hemos dado señales de vida. Es que no nos gusta «ir de víctimas por la vida».

Supongo que la misma cara de sorpresa y dolor que he visto yo en Montserrat cuando le contaba lo que me había pasado estos meses, es la que ella ha visto luego en mí cuando me hablaba de su particular viacrucis.

Y cuando he llegado a la oficina, he encontrado un e-mail suyo, titulado «Feliz reencuentro» que decía:

«Nuestro reencuentro me ha hecho recordar qué consolidada está nuestra amistad, pueden pasar semanas y meses sin que nos veamos, pero ahí está y eso ¡no hay quien lo mueva! Cuenta conmigo siempre, yo lo hago, aunque no te llame, estás presente.»

Si, hoy me siento especialmente afortunada. Y agradecida. Pero es que tengo muchas razones para ello.

Dos. Corre que te corre.

Miércoles, 13 de enero

Hoy ha sido un día voraginoso:

  • un día lleno de reuniones de trabajo,
  • dejar en la oficina todo listo (o debidamente delegado) para que funcione durante mi ausencia y nadie me eche de menos,
  • asistir a los eventos que tenía programados de antemano (afterwork, of course),
  • otra cena de despedida,
  • mi móvil no ha dejado de sonar: llamadas y mensajes….¡uf!
  • peluquería (y otros retoques estéticos, jejeje),
  • comprar los últimos regalos para mis maravillosos anfitriones, que se lo merecen todo,
  • recopilar los encargos varios,
  • reúnir el contenido de una minifarmacia de emergencia,
  • preparar la ropa, los complementos y los zapatos -¡de verano!- para la maleta….

¡Ay madre!  ¡Me estoy estresando!  Sólo espero que no se me olvide nada importante…

Uno. Ya.

Jueves, 14 de enero

Si el destino no tiene inconveniente… lo próximo que escriba en este diario… ¡lo haré desde Bombay!

Cero. oh… Fog! Pero la gente es buena…

Viernes, 15 de enero

A las cinco de la mañana han empezado a sonar todos los despertadores de la casa. Me preocupaba no levantarme a tiempo y parece que no era yo la única que temía esa posibilidad… Yo sólo puse dos…

Y a las cinco en punto, sobresaltada con tanto estruendo, saltaba de la cama a toda prisa para apagar las alarmas. Una vez todo en silencio, iba como una zombie a la cocina y me hacia un café. Tras beberlo, si, entonces ya era persona.

Mi madre, que es quien me iba a acompañar al aeropuerto, también ha llegado a la cocina a tomarse su café. En eso nos parecemos mucho. Sin café, no somos nadie y no podemos hacer nada.

Y a partir de ese momento, todo ha discurrido con mucha rapidez. Antes de las cinco y media ya estábamos saliendo por la puerta, rumbo a la Terminal 1 del aeropuerto. La noche pasada, para mí fue agobiante por culpa de la maleta: no había manera de meter todo lo necesario y todos los regalos, sin sobrepasar en varios kilos el límite de peso marcado en mi billete. Tras cambiar varias veces las cosas de maleta, intentando buscar la más ligera; eliminar de mi equipaje todo lo que no consideré estrictamente necesario y; dejar fuera, para llevar a mano, más cosas de las que hubiera deseado, mi maleta seguía muy excedida de peso. Pero decidí que ya había reducido mi equipaje a la mínima expresión, así que, si era necesario, pagaría el exceso de kilos. Al final de tanto ajetreo, me acostaba cerca de las 2 de la mañana… ¡Qué estrés!

Yo he conducido hasta el aeropuerto. Y he puesto la canción que me gusta ahora, y que la tengo gracias a que mi hermana, me la grabó en un CD, hace unas semanas. Se llama I gotta feeling y dice que “Tonight is gonna be a good night”, y escuchándola, pues ese mismo feeling, he tenido yo, pero cambiando night por trip. Si, tengo el presentimiento de que voy a tener un estupendísimo viaje a Bombay. Let’s do it, como dice esa misma canción.

Ya en el aeropuerto, el facturador que me ha tocado, -es que no sé como hay que llamar a las personas que están en el mostrador, imprimiendo las tarjetas de embarque- era muy serio. Yo, en cambio, sonreía mucho mientras le preguntaba si era posible facturar la maleta directamente a Bombay (tenía que comprobarlo) y le pedía que me buscara un asiento en ventanilla. Yo siempre pido pasillo en los aviones, es por que prefiero poder levantarme las veces que quiera sin molestar a nadie. Mi segunda opción es ventanilla, sobre todo si vuelo a un sitio nuevo y me apetece verlo desde arriba. Lo que odio con toda mi alma es ir en medio. Me parece lo mas incómodo y poco apetecible del mundo. Hoy, me hace ilusión ver Bombay desde el aire por eso he pedido ventanilla. Y el facturador, siempre muy serio, me ha dicho a las dos cosas que si. Y luego, como el que no quiere la cosa, me ha comentado también que “mi maleta pesaba mucho”. “Ah ¿si” intentaba disimular yo que la había pesado como cinco veces en mi báscula, no sé si con el irrealizable deseo de que lo hubiera hecho mal y en una de esas, pesara menos… Pero no he dicho nada más, sólo le he mirado a los ojos. Y él, sin hablar, sin sonreír, y sin levantar la vista de su pantalla, le ha puesto el adhesivo a Bombay, vía Heathrow y yo… he respirado tranquila mientras le daba las gracias por todo. Primer obstáculo, superado. Lo que yo no sabia entonces era lo que todavía me faltaba por superar…

Como tenía tiempo, he estado merodeando por el duty free, cosa que me encanta hacer, y ¡oh sorpresa! Lo primero que he visto ha sido una colección de botellas azules de la ginebra Bombay. Eran una belleza. Me ha hecho tanta ilusión, que he sacado la cámara y he hecho unas fotos. Han venido corriendo las empleadas de Aldeasa a regañarme, se ve que allí, no se pueden hacer fotos. Bueno.  Pues me he comprado unas cremitas para la cara…. je,je.

El avión de British Airways iba medio vacío (y en este caso, no es una apreciación pesimista… sino todo lo contrario: ¡más espacio para todos!) Y si, yo tenía una flamante ventanilla.

Una vez se han cerrado las puertas, el comandante ha empezado su discurso habitual “Welcome on board, bla, bla, bla…” Yo no prestaba mucha atención. Pero de pronto, me ha parecido escuchar la palabra “delay”, y sobre todo, “because of the fog” ¡¡FOG!! Niebla en Londres. Y me ha parecido entender que teníamos por esta causa un retraso de treinta minutos. ¡¡¡¡TREINTA MINUTOS!!! Esa media hora, para mí significaba hacer la conexión a Bombay con el tiempo justo, o… ¡perder el vuelo! He mirado a mi alrededor, para ver si alguien estaba atento a lo que estaba diciendo el comandante y me confirmaba la mala noticia. Pero no, el resto de pasajeros, o estaban adormecidos, o charlando entre si, nadie se había dado cuenta.

Enseguida, para que no quedara ninguna duda, un azafato en español ha dicho –y lo ha dicho directamente, sin bienvenidos ni nada de eso- que despegaríamos con un retraso de 30 minutos debido a la niebla que había en el aeropuerto de Heathrow. ¡Noooooo! Aunque lo ha dicho con mucho acento inglés, lo he entendido perfectamente. Voy a perder la conexión a Bombay.

Cuando he visto a un azafato por el pasillo, le he comentado mi problema y me ha preguntado que cuánto tiempo tenía para la conexión, le he dicho que sin retraso hora y media, y me ha dicho que era tiempo de sobra. No me he quedado muy tranquila, pero he disfrutado del amanecer mientras despegábamos, de un delicioso sandwich de tres quesos y de un café –que aunque muchos lo llamarían aguachirli– a mí me ha encantado. Y otro azafato, el que me ha servido el desayuno, me ha dado dos zumos de naranja (el resto de la gente tenía sólo uno), me he sentido mimada y además, estaba buenísimo, como hecho en casa….¡Gracias!

El avión había despegado, exactamente, con media hora de retraso. He calculado que también aterrizaríamos 30 minutos más tarde, es decir, a las 9:30, hora de Londres. Y se me ha ocurrido mirar la tarjeta de embarque del vuelo a Bombay para comprobar la hora de embarque. El facturador del aeropuerto me la había entregado en una carpetita azul, junto al resguardo del equipaje. Sólo entonces me he fijado que esa carpetita eran las instrucciones para hacer la conexión entre terminales en el aeropuerto de Londres. Claramente ponía que el tiempo necesario era una hora y media. Yo sólo iba a tener –si todo iba bien- 40 minutos. Mi vuelo se embarcaba a las 10:10h y –según lo que ponía en la carpeta- tenía que atravesar el aeropuerto de Heathrow de punta a punta. ¡Ay, Dios mío!

Cuando faltaban 45 minutos para aterrizar según mis cálculos, mi nerviosismo iba en aumento. Entonces, ha pasado uno de los azafatos (¿o tal vez habría que decir auxiliar de vuelo?, pero no, que es demasiado largo…) En total, en este vuelo a Londres había una tripulación de 4 personas, 3 hombres y 1 mujer. Pues al azafato que ha pasado, le he preguntado mientras le entregaba mi tarjeta de embarque, “Excuse me (y sigo en castellano en atención a mis lectores) voy a perder la conexión, ¿verdad?” Era el mismo que me había dicho antes que tenía tiempo de sobras. Ha mirado su reloj y me ha dicho que, bueno, si nosotros teníamos retraso por culpa de la niebla en Londres, igual el avión a Bombay también salía retrasado, y me daba tiempo a cogerlo.

Aunque no he dicho ni mu, supongo que mi cara se lo ha dicho todo. Así que, me ha pronunciado tres palabras: “wait a moment” y se ha ido con mi tarjeta de embarque a hablar con su jefe. Ha vuelto al cabo de unos minutos y me ha dicho que lo habían preguntado y, no, el vuelo a Bombay no tenía retraso. Que cogiera mi equipaje de mano y fuera a sentarme en primera clase, en cuanto el avión abriera sus puertas, yo sería la primera en salir y debería correr. Si tenía suerte… tal vez… Y si no, también habían confirmado que hoy había otro vuelo que salía de Londres a Bombay unas horas más tarde. Bueno, algo es algo. Y he agradecido enormemente el detalle.

He cogido mis cosas, y me han sentado justo enfrente de la puerta.

A las 9 en punto, el comandante ha anunciado que nos preparáramos para aterrizar, lo haríamos en 20 minutos. ¡Qué bien! He pensado, diez minutos que gano.

Ja, ja. Al cabo de 5 minutos ha venido el sobrecargo, con cara muy seria, para decirme que no nos habían asignado finger, que vendría un autobús a buscarnos. Eso supondría que el desembarque sería más lento. Me ha dicho que la cosa se ponía fea para mí. Por fin hemos aterrizado, y, realmente, ha sido eterno el tiempo que hemos tardado en llegar al lugar de la pista donde nos esperaba la escalerilla. He salido la primera del avión, tras escuchar un sincero “Good luck” por parte de la tripulación, a la que he agradecido efusivamente su ayuda. Pero una vez en la lanzadera, he tenido que esperar a que se llenara de pasajeros. Un señor que también iba en clase business y se ha percatado de lo que me decían los azafatos, me ha preguntado que adonde iba. A Bombay, y yo, para no ser menos, le he preguntado que adónde iba él, porque también había escuchado como este señor le preguntaba al sobrecargo que cómo se enlazaba más rápido con la Terminal 5 (la misma a la que tenía que ir yo). He supuesto que también tenía que hacer una conexión. Era muy guapo y simpático. He pensado que ojalá fuera a Bombay.

Y me ha dicho que no iba a ningún sitio, que en esa Terminal 5, le estaba esperando su mujer. Me he quedado con la cara de pasta de boniato. ¡Vaya metedura de pata! Pero él me ha seguido preguntando, ahora, que cuándo salía mi vuelo. Le he contestado y ha mirado su reloj y me ha dicho  que lo conseguiría. Le he mirado agradecida y le he dicho que gracias por su pensamiento positivo…

Cuando el autobús nos ha depositado en la Terminal 3, yo he empezado a seguir las indicaciones amarillas de “Flight conections” ¿Alguien ha visto a una corredora de fondo por los pasillos de Heathrow esta mañana? Era una servidora, que se arrepentía de no estar en su mejor forma… y más de una vez se ha quedado sin respiración, porque esos pasillos, escaleras y pasarelas…. ¡eran larguísimos! Además, todo el tiempo tenia que ir sorteando a otras personas que iban a paso normal.

He corrido y corrido, arrastrando mi trolley (o cargando con él por las escaleras) hasta llegar al punto de distribución a las otras terminales. Han sido unos 10 minutos corriendo. En ese punto, que era como una sala circular, había varias puertas, cada una, marcada con el número de Terminal correspondiente. Cuando he visto la del número 5, también he visto al autobús que arrancaba en ese momento. ¡Nooooooo! Lo había perdido por unos segundos. Horrorizada, he ido a preguntar en información –que estaba allí enfrente- cuánto tardaría el próximo. “A couple of minutes, madam” ¡Menos mal! Y en efecto, ha llegado el autobús en dos minutos pero claro, hemos tenido que esperar a que se llenara… En cuanto ha arrancado, una grabación con una voz muy agradable, nos ha dado la bienvenida y nos ha dicho que ese bus iba a la Terminal 5 y que el tiempo estimado de transporte eran 7 minutos. Se me han hecho eternos, claro, pero, como también nos han avisado que había que volver a pasar el control de seguridad antes de acceder a las puertas de embarque, he decidido quitarme el cinturón, el reloj, los anillos… para no tener que hacerlo después.

Cuando hemos llegado, he vuelto a empezar a correr de nuevo. ¡Pero esta vez no llevaba cinturón! Mis vaqueros iban bajando poco a poco. Ya sé que está de moda eso de la cintura baja… pero no es mi estilo… y a veces tenía la sensación de que se me iban a caer del todo. ¡Uf! Pero no; no podía dejar de correr.

Ya estaba en la Terminal 5, pero ahora, tenía que dirigirme a la zona B. Siguiendo de nuevo las indicaciones amarillas, he llegado a un ascensor que ya tenía unas 10 personas dentro y estaba cerrando sus puertas. Yo debía coger ese ascensor. Un chico que estaba al lado de los botones, y que me ha visto corriendo de lejos, ha puesto su mano para impedir que se cerraran las puertas hasta que yo entrara. ¡Qué detalle! He llegado corriendo y casi sin respiración y he despertado las sonrisas (y risas) de los que allí estaban. Todos conscientes de que seguramente estaba a punto de perder un vuelo. Pero nadie me ha dicho nada, sólo me miraban sonriendo.

Cuando hemos llegado a la planta -2, la de la zona B, pues he salido de nuevo pitando. Ahora una escalera mecánica hacia arriba, la más larga que he visto nunca. La he subido corriendo, y a veces, saltando los peldaños de dos en dos. Al llegar arriba ¡oh, no! Otra escalera igual de larga. Esta vez, ya no podía saltar, los peldaños los he subido de uno en uno. Menos mal que no había nadie a quién sortear por el camino.

Y por fin he visto el control de pasaportes. Le he preguntado a la policía si mi vuelo tenía retraso. Ha mirado su pantalla y me ha dicho que no. Que fuera directamente a la puerta de embarque sin entretenerme, que no me sobraba tiempo, y me ha dado instrucciones muy precisas de cómo hacerlo.  Si, si, claro. Pero antes… ¡el control de seguridad! Suerte que ya me lo había quitado todo. Lo malo es que había 6 personas delante de mí, y de las patosas. Bueno, he pasado por fin por el escáner de nuevo y he seguido corriendo. Las zonas C y B, estaban al final de un largo pasillo. Y cuando he llegado al final del mismo y he doblado la esquina… ¡oh, no! Era el andén donde había que coger una especie de metro. He visto uno que estaba parado, a punto de salir, a unos 20 metros más adelante, y he tenido que hacer un sprint, pero lo he cogido.

Al bajarme, ya estaba frente a la zona B, sólo tenía que buscar la puerta B35. He corrido hasta la puerta y… ¡bingo! Eran las 10:11h. Y aún quedaban algunas personas pasando por el finger, así que he pensado que me daba tiempo de entrar en el cuarto de baño (prefiero el del aeropuerto, que el del avión, claro). No he tardado nada… ¡lo prometo! Pero cuando he salido, ya no quedaba nadie en la puerta, y he oído por el altavoz que cerraban el vuelo. ¿Quéeeeeeee? Menos mal que la señorita aún estaba allí, ha cogido mi pasaporte y mi tarjeta de embarque y me ha dejado pasar. He sido la última en subir al avión.

Cuando he llegado a mi asiento, el 34J.. ¡Horror! ¡Me ha tocado en medio! ¡El facturador de Barcelona me había engañado….! Y lo peor, a mi izquierda un señor –indio- gordo y nada agraciado, y a mi derecha, una señora, también india y muy rara, y también gorda. Voy a ir super apretujada. Pero bueno, si este es el precio por no haber perdido el vuelo… lo pago con gusto.

La comida, mejor no podía ser: pollo al curry con arroz basmati. Mmmmmmm! De primero, ensalada de garbanzos. Muy rico todo.

El avión era super moderno. Cada uno su propia pantalla táctil para elegir lo que quería ver u oir. Yo, cuando me he cansado de escribir esta historia que estás leyendo y de dormir, que falta me hacía, he visto una película “500 días juntos”, que me ha recordado a una buena amiga que habló de ella en su blog. He tenido los mismos sentimientos que ella. Y no sólo por eso, también porque estaba doblada ¡en mexicano!, no en español de España. Eso suena muy raro…

Después de la película, he decidido escuchar algo de música. Y, ¿qué canción ha aparecido en el playlist de mi pantalla?…. ¡Si! I gotta feeling. O sea, seguro que este viaje va a ser memorable. La he escuchado unas cuantas veces seguidas, y hasta tenía ganas de bailar…. Estos The Black Eyed Peas son estupendos.

Y, a pesar de mis compañeros de viaje, el vuelo ha sido muy agradable…. Y hemos llegado con puntualidad británica a nuestro destino.

Gracias Dios. Gracias azafatos del avión a Londres. Gracias joven del ascensor. Gracias policía de los pasaportes. Se confirma una vez más mi teoría: si uno se esfuerza y hace todo lo posible, puede vencer al destino. ¿Lo pillas, mi amigo?

¡Hola Bombay!

Madrugada del Sábado 16 de enero

Las casi ocho horas y media de vuelo, pasaron realmente rápido. El avión aterrizaba en Bombay a la hora prevista.

Una vez fuera del avión, de pronto y sin saber por qué, me sentí feliz. El aeropuerto de Bombay debe ser muy acogedor, porque a pesar de que nadie me dijo nada, sentí como si el aire me diera la bienvenida. En mi cara se dibujó una enorme sonrisa y a medida que me cruzaba con empleados del aeropuerto, notaba como me miraban extrañados, supongo que nadie baja del avión a medianoche y después de un vuelo tan largo con esa alegría… O igual les parezco rara a los indios, no sé.

Pasé rápidamente el control de pasaportes y cuando llegaba a la cinta,… ¡mi maleta salía en ese momento! ¡Qué suerte! No sólo no tenía que esperar mi maleta, sino que mi maleta, ¡había llegado! De nuevo una gran alegría y felicidad, la verdad es que había pensado que tal vez mi maleta no hubiera llegado a tiempo en Londres… Pero si.

Otro tema que me preocupaba era el dinero. Por si me fallaba Abdul, quería tener rupias para un taxi. Pensé que a esas horas, ya no habría ninguna oficina de cambio abierta. ¡Me equivocaba! Antes de llegar a la puerta exterior de la Terminal, un pasillo lleno de oficinas de cambio. Hasta podía elegir…

¡Qué bien! ¡Qué feliz me sentía solo pisar Bombay! Todo estaba saliendo a las mil maravillas.

Y al salir de la terminal, que podría definirse como un aeropuerto grande y algo antiguo, otra sorpresa. El vestíbulo del aeropuerto de Bombay es simplemente, precioso. Con un techo construido a base de carpas blancas, que le da un aire muy limpio, moderno y alegre. Salí dispuesta a buscar a un hombre con pantalón negro y camisa blanca portando un cartelito con mi nombre pero… ¡Dios mío! Había más de 100 personas así allí. Con cartel y todo. Estaban todos colocados tras una especie de barandilla metálica en forma de U enorme.

Cada uno de los 3 lados de la U, tenía por lo menos, 25 metros de largo. Así que me acerqué al lado de la U que me quedaba a mi izquierda, para intentar encontrar el cartel con mi nombre. Lo recorrí enterito, y nada. Empecé a ponerme nerviosa. Pasé a la parte baja de la U. Seguí mirando y, justo en medio de los 25 metros…. ¡si! Ahí estaba un cartel donde se leía “MIMI GLAMUR”, bien grande, en letras mayúsculas.

Le dije al portador del cartel que era yo, súper contenta de nuevo. Y él, muy respetuoso, tanto que parecía tímido, me indicó que siguiera hasta el final de esa barandilla, para que pudiéramos encontrarnos fuera del recinto. Antes de obedecerle le dije “¿Abdul?” Y él asintió. Si, era mi chofer. No cabía ninguna duda…

El coche, era muy confortable. Un coche cuya marca no me es familiar, pero muy lujoso. El trayecto a casa duró unos 20 minutos, en los que no nos dirigimos la palabra. Yo notaba que para Abdul, tan respetuoso y cuyo inglés era muy precario, resultaba incómodo hablar conmigo. Así que me dediqué a mirar por las ventanillas.

Si, ví a algunas personas durmiendo en el suelo, pero no me causó la menor impresión. En España también hay indigentes, que duermen bajo las escaleras o en los cajeros. Aquí duermen en la calle porque la temperatura, a la 1 de la madrugada de un 16 de enero es de ¡¡¡27 grados centígrados!!!! ¡Qué diferencia con la ola de frío siberiano que dejé en España…!

Lo que sí llamó mi atención es el estilo de conducción que hay en Bombay. ¡Madre mía! ¡Conducen de una forma temeraria! A cada momento, alguien tocaba el claxón. Bombay a causa de las bocinas de los coches… ¡es una ciudad realmente ruidosa! Y no sólo eso. Conducen todos como locos: más de una vez pensé que el coche de al lado iba a chocar con nosotros… Pero no. Abdul conducía más bien rápido, y pasamos por grandes avenidas en las que, a pesar de que circulaban 4 y 5 coches al mismo tiempo…. ¡no había rayas para delimitar los carriles en el suelo! ¡Qué miedo! Sin embargo, no nos pasó nada. Se ve que aquí están todos acostumbrados a conducir así. Abdul no se paró en ningún semáforo, ya estuviera verde o rojo. La verdad es que cuando eso pasaba, ya cerca de la zona residencial en donde vive la familia Thakur, casi no había tráfico,… pero bueno…

Justo cuando estábamos llegando, Abdul llamó por teléfono para avisar que estábamos cerca. Así, nos estarían esperando, porque entre pitos y flautas, ya eran las dos de la mañana.

Los Thakur viven en un lujoso edificio de 24 plantas al que se accede a través de una verja en la que está permanentemente vigilando un guarda de seguridad. Al vernos de lejos, empezó a abrir la puerta manualmente. Tras la verja, se llega a una rotonda, la primera a la izquierda, está el garage, lleno de lujosos coches, y siguiendo un poco más adelante, la entrada del edificio, custodiada por otros dos guardas de seguridad. Uno de ellos y Abdul con mis maletas, me acompañaron en el ascensor hasta el tercer piso. De día hay también ascensorista (y de noche, sólo queda su taburete). Allí me esperaba Balaraj, muy contento de verme y que me saludó con un caluroso abrazo. Yo también estaba muy contenta de estar aquí.

Todos en la casa estaban ya durmiendo, así que me llevó a mi habitación, enseñándome todo lo necesario: interruptores, armario, cuarto de baño,.. Cuando concretábamos los detalles de mi viaje, Balaraj Thakur me había advertido que el cuarto de invitados era una estancia muy sencilla. ¡Ja! Mi habitación es una preciosidad, y además, es enorme. Más grande que muchos pisos en España… Tiene una preciosa cama doble con dosel, una zona de despacho con una mesa antigua y preciosa, un cuarto de baño para mí solita con todas las comodidades y completamente moderno y muy bonito, decorado con muy buen gusto. La ducha es un sueño. Bueno, todo lo es. Estaba feliz, una vez más desde que decidí hacer este viaje.

Se reía Balaraj cuando yo le decía que la habitación no tenía nada de sencilla…

Luego, me enseñó el resto de la casa, para que cuando me levantara supiera a donde ir. Se trata de un piso muy bonito y espacioso. Muy bonito (ya sé que me repito). Moderno y elegante, desprende mucha serenidad y armonía. Hay enormes sofás llenos de cojines, y la decoración es a base de flores, motivos indios o altares con representaciones divinas. Todo en tonos muy uniformes y bien combinados. Todo muy, pero que muy espacioso. Los muebles (muy pocos) en color wengué y las tapicerías, en su mayoría de tonos café, pero con cojines en color burdeos o chocolate.

Por último, me colocó el chip del número de teléfono indio que iba a ser el mío durante los próximos quince días en mi BlackBerry y comprobó que funcionara.

Casi a las tres de la mañana, nos despedimos y me llegó el momento de descansar. Pero, estaba tan emocionada, que me costó mucho dormirme…

Indian Party

Sábado, 16 – Cumpleaños de mi prima

Mi primer despertar en Bombay fue maravilloso… Eran las 9 de la mañana y la luz tamizada por las gruesas cortinas de cáñamo entraba y lo iluminaba todo. Me asomé a ver la vista desde mi ventana y…. ¡espectacular! En primer plano unos bellos cocoteros y al fondo, el mar. Pensando que era tardísimo –Balaraj me había comentado la noche anterior que la hora habitual en la que se levantaban en la casa eran las seis y media- me arreglé a toda prisa. Pero en la casa, no encontré a nadie más que al servicio (que son muy respetuosos y amables, pero con quienes me comunico con gestos) y la mesa del desayuno preparada. Al poco llegó Ashita Thakur, había salido temprano y no había desayunado. Me informó que Balaraj, debido a que se había acostado tan tarde por mi causa la noche anterior, seguía durmiendo.

Nos saludamos efusivamente y desayunamos juntas. La razón por la que Ashita había tenido que salir inesperadamente tenía que ver con la fiesta que se celebraba por la noche.

Resulta que el hijo pequeño de Balaraj y Ashita Takur celebraba su fiesta de compromiso esa noche. Ya me habían avisado del evento, y yo a mi vez, había preguntado como tenía que vestirme para la ocasión. Balaraj me había comentado por e-mail que era una fiesta para jóvenes, en la que además de cenar y beber habría baile hasta altas horas de la madrugada, y que con lo más apropiado era vestir unos vaqueros y un top moderno.

Mientras disfrutábamos de una sabrosa fruta (papaya, pera, una especie de higos y dátiles) regada con un té muy aromático, llegó el sari que Ashita iba a lucir esa noche. ¡Casi me da un pasmo! Era precioso, de gasa azul celeste y estaba rematado con unos bordados en hilo dorado y pedrería imitando a grandes diamantes. Estaba claro, que la fiesta no era para ir en vaqueros, por muy elegante que fuera el top….

Tras alabar el sari, y examinarlo de cerca, le conté a la sra. Thakur lo que me pasaba y le pedí por favor que me ayudara a elegir algo que ponerme de entre lo que traía en mi maleta. ¡Menos mal que había metido en mi equipaje un par de vestidos de fiesta por si las moscas! Elegimos uno muy bonito y yo creo que también bastante elegante, de gasa blanca, con el talle muy alto  y con el escote tipo palabra de honor, con unos finísimos tirantes para evitar accidentes a las bailongas como yo. La parte superior está decorada con un fino encaje negro que de cuando en cuando se ve salpicado por algunas lentejuelas blancas y negras, que le dan un poco de brillo. La falda, muy vaporosa y cortada en capa, se separa del cuerpo con un sencillo lazo de gasa negra que se cierra por delante, y cuyas puntas llegan casi hasta el final de la falda, que es corta y sólo cubre hasta un poco por debajo de las rodillas. Es muy ligero y glamouroso, le hace honor a mi apellido… je, je. Quienes estuvieron en la celebración de mi cumpleaños el año pasado, ya saben qué vestido es. Y para los que no, he puesto la foto… 🙂

Le pregunté a Ashita si ella pensaba ir a la peluquería, con el objetivo de acompañarla. Pero me dijo que no lo había acabado de decidir, no sabía si le daría tiempo. Pero si yo estaba interesada, podía llamar a un servicio de peluquería a domicilio que nos peinara a las dos. ¡Si! Ya que la fiesta era tan elegante, yo quería ir bien peinada. Pues llamó y la peluquera confirmo que vendría a las seis en punto, y yo tenía que esperarla con el pelo ya lavado. Ashita me pidió el favor de ser yo la primera, porque así, ella podía salir a hacer algunas cosas que tenía pendientes.

Pasamos el resto de la mañana atendiendo a los que venían a traer regalos, se les daba un poco de conversación en el salón principal de la casa. Fueron unas cuantas personas. El teléfono no dejó de sonar en todo el rato. Además, coincidió que era el cumpleaños de la Sra. Thakur madre, que vive en la casa y también hubo visitas y regalos para ella. ¡Qué casualidad! ¿No?

Comimos pronto y luego, cada uno a su habitación, había que dormir la siesta, porque la noche iba a ser larga y movida.

Yo no suelo dormirme de día, así que pensé aunque no consiguiera conciliar el sueño, me tumbaría un rato, al menos para relajarme. Pero me quedé profundamente dormida. Dos horas y media después, me desperté y pensé que habría dormido unos cinco minutos. Miré el reloj y…¡Ostras! ¡Eran las seis menos cinco! Me lancé a la ducha a lavarme el pelo, y cuando llamaron a mi puerta –porque la peluquera ya había llegado- justo estaba acabando de vestirme. ¡Uf! ¡Por los pelos!

Balaraj y yo, salimos un poco antes de las ocho a la fiesta, porque como anfitriona, la familia Thakur debía llegar pronto. Ashita iría más tarde, con la abuela. Nos condujo al lugar Abdul, en el mismo coche que me recogió en el aeropuerto.

Cuando llegamos… ¡Dios mío! ¡Qué sitio más bonito y qué decoración! El ambiente era mágico…. Allí ya estaban el padre y el hermano de la novia. Me los presentaron y el señor, que parecía estar muy feliz y algo nervioso, insistió en que tomara algo. Tras muchas dudas y cambios de opinión, me sirvieron un mojito. Cuándo le pregunté que qué tomaba él, me dijo, que no iba a empezar a beber todavía, que la noche era muy larga y justamente esa noche, no podía excederse…. ¡Qué bonito! En cambio yo, ¡empezaba –y por indicación suya- a primera hora…!

Empezó a llegar la gente. Las señoras, llevaban todas sari o similar, y algunas eran realmente elegantes. La mayoría de los saris eran de gran lujo, espectaculares. ¡Y vaya joyas! Sobre todo los pendientes, los collares y las pulseras. ¡De infarto! Yo era la única mujer vestida al estilo occidental, y claro, por eso era diferente y resultaba muy sencilla en comparación con el resto. Me sentía un poco guiri, la verdad. Pero también era un tema fácil de conversación para la gente que me presentaban (o que me hablaba sin más), porque la primera pregunta que me hacían es que de dónde era. La segunda, y la pregunta más repetida de la noche, que cuándo había llegado. Y mi respuesta, también muy repetitiva, después de mirar el reloj, que aún no hacía 24 horas… je, je, se quedaban muy sorprendidos. Y claro, lo siguiente que me preguntaban era si había venido expresamente para la fiesta… En fin, un inicio de conversación muy predecible…

Desde el principio, empezaron a servir unos aperitivos deliciosos. Había gambas a la parrilla rociadas con algo parecido al jengibre, pollo en brocheta con salsa roja muy especiada, tartaletas de queso fundido y alcachofa, champiñones rellenos con una especie de puré de tomate muy aromático, mini samosas con una salsa verde,…  En fin, muchas cosas y muy abundantes. Y al contrario de lo que pasa en otros cocktails, los camareros pasaban continuamente y se paraban a ofrecerte una y otra vez tanto comida como bebida. Por ejemplo, cada vez que mi vaso estaba vacío, venía un camarero a preguntarme si quería otro, y mientras me lo traía –hacer un mojito lleva su tiempo- otro camarero volvía a preguntármelo. ¡Qué servicio más atento! Al cuarto mojito, y aconsejada por una amiga de la familia Thakur, dejé de tomar alcohol y empecé a beber agua. (Me dijo que el jet lag y e calor de Bombay podían potenciar los efectos del alcohol.) Pero sólo pude tomar dos rondas, porque enseguida vino Balaraj a decirme que de eso nada, y retomé la bebida, esta vez con Caipiroshka (creo que se escribirá así), un cocktail a base de vodka, fresas y soda. ¡Espectacular! Por su estética (ver foto) y por su sabor…

A eso de las diez y media, el padre de la novia cogió el micro abriendo oficialmente el baile. Los padres (no las madres) y los novios salieron a la pista a bailar. Era una canción de discoteca, occidental, muy conocida, pero no recuerdo el nombre. Yo estaba deseando bailar, pero no me atrevía… Y… ¿Qué canción pusieron inmediatamente….? ¡Si! I gotta feeling… ¡No podía creerlo! Me lancé a la pista de baile… Allí, los camareros, seguían el asedio, pero esta vez con una especie de tubos de ensayo que contenían un líquido o rosa o amarillo (ver foto). Yo los cogía rosa. Creo que era también Caipiroshka y estaba muy bueno… En cuanto lo terminabas, te traían otro. Al cabo de cuatro tubitos, empecé a decir, “no, thank you”. Pero entonces, vino Balaraj y me trajo uno amarillo…

Y empezaron a poner música india. Entonces, si, me senté en los hermosos sofás blancos que bordeaban la pista, cómodamente apoyada en los cojines de colores, no sabía como bailar eso. Y me puse a hacer fotos, porque resultaba espectacular tanto sari bailando de esa manera… Pero, los chicos de la pista, en cuanto me veían sentada, pues venían a sacarme a bailar. ¡No me decían nada! Sólo me cogían de la mano y me conducían a la pista. Cuando les pedía que me enseñaran, porque no sabía como bailar esa música, lo hacían muy divertidos. El tercero que me sacó, hasta me presentó a sus amigas, y ellas, si, me enseñaron muy bien. En dos canciones, ya era yo una bailarina especializada. ¡Me sentía como en una película de Bollywood! Aunque sin sari… Me lo pasé increíblemente bien. En poco tiempo ya estaba saltando como los demás, levantando los brazos, y moviendo mis caderas al ritmo frenético de la música hindi. Yo ya no sé si por la música, por lo divertido que es bailar así, o por los tubos de ensayo… (o tal vez me ayudarán también mis clases de danza del vientre, ¿tú qué crees, Ellen?)

A eso de la una, Balaraj vino a buscarme a la pista y me dijo que ya era hora de cenar… ¡Cenar! ¡Si estaba todavía llena del aperitivo! Pero cené, estaba todo exquisito, y la mayoría de los platos, te los preparaban en un plis plas, después de haberlo elegido los ingredientes: brochetas, pasta, verduras… Había una legión de cocineros y por eso todo iba tan rápido. Tengo que reconocer que la comida india me encanta. Es muy especiada, y a veces, muy picante; pero es muy aromática y los sabores son muy intensos. A mí me gusta todo lo que es bueno e intenso. Si. En India, la mayoría de las sensaciones son así: buenas e intensas. Creo que me va a gustar mucho este país.

Tras la cena, volví a la pista, pero sería ya por poco tiempo. A las dos y media, se acabó el baile (y la fiesta), no sin antes sonar como penúltima canción I gotta feeling. ¡Es que no lo podía creer! Esta vez, era yo quien animaba a todos a bailar, y me seguían divertidos. Se va a convertir en la canción de este viaje. Está claro.

Lo pasé FENOMENAL en la fiesta. Realmente FENOMENAL. Conocía  a un montón de personas, supongo que un poco por lo exótico de mi presencia allí, y otro poco porque son muy educados, y como persona que no estaba “in” procuraban que no me quedara sola en ningún momento. Estuve con personas muy interesantes y agradables.

Le dí mi número de teléfono (el móvil indio que me ha dado Balaraj para que use mientras esté en Bombay) a dos personas. Uno, porque es un marchante de arte indio, y en unos días me llamará para llevarme a visitar varias galerías de Bombay. Se llama –curiosamente- Raul. Un nombre español. Muy atento y educado, como todos aquí.

El otro, es un amigo de la familia, en especial de Balaraj al que le encanta bailar. Nos lo pasamos tan bien bailando juntos todas las canciones indias, que pidió mi teléfono para organizar un encuentro otro día. Nos quería invitar a cenar a todos a su casa, pero no podíamos concretar la fecha: es un ejecutivo de una empresa de gas y petróleo, y estará de viaje en Dubai los próximos días. Y los Thakur tienen pensado llevarme fuera de Bombay el fin de semana, a una casa que tienen en las montañas y a visitar los alrededores porque además, algún día de la semana que viene es fiesta, y haremos puente. Así que, me llamará para ver como tengo la agenda… Nada más llegar a casa, ya me llegaba su SMS, diciendo que “había sido un placer tan grande bailar conmigo”… je, je.

Otro amigo de la familia Thakur, al ver que me divertía tanto bailando al estilo Bollywood, no me ha pedido el teléfono (no sabía y no le dije que tenía un móvil indio), pero se ha ofrecido a grabarme un CD con música india y llamar a Balaraj cuando lo tenga preparado para dármelo. ¡Lo estoy deseando! ¡Me encanta esa música! Y me hace mucha ilusión tenerla en Barcelona.

En fin, que fue una fiesta memorable, en todos los sentidos…

Resacón en Bombay

Domingo, 17 de enero

Cuando me desperté al día siguiente después de la fiesta, lo primero que hice fue mirar el reloj. ¿La una y media? ¡Imposible! Le dí la vuelta a la esfera por si había cogido mal el reloj. ¿Eran las siete? ¡No! ¡Oh, no! No me había equivocado, era la una y media. ¡Horror! ¡En casa de los Thakur se come a la una! ¡No sólo no me había levantado a tiempo para el desayuno, tampoco para la comida!

Me lancé a la ducha y me vestí corriendo, cuando estaba terminando, llamó a mi puerta Ashita… Se reía (de mi cara de sueño y de susto supongo)… y me decía que ya estaban sentados a la mesa esperándome para comer… que me diera prisa, por favor. ¡Ay! ¡Qué vergüenza! Pero a los Thakur les hacía gracia… En fin…

Comimos y el único tema de conversación, claro, fue la fiesta. De nuevo, el teléfono sonaba una y otra vez, esta vez para comentar lo bien que había salido todo y para agradecer la invitación. Cuando hice el comentario de que la casa, con tanto teléfono sonando por todas partes (hay un móvil por persona y dos líneas fijas) parecía una oficina, a los Thakur les hizo mucha gracia y me aseguraron, que normalmente no llamaban tanto, que todo era con motivo de la fiesta. Será.

Y fuimos a hacer la sobremesa en la salita pequeña, que está en su zona más privada, mientras el servicio recogía la mesa. Es que en la casa hay, por lo menos, cuatro criados (que yo haya visto). Pero no puedo comunicarme bien con ellos, no hablan inglés o yo no les entiendo, no sé. Por eso, siempre que los Thakur quieren estar tranquilos, su lugar privado es esa salita. Es una habitación muy espaciosa, con una gran televisión plana, varios sofás en forma de “L” un bar, una pequeña zona de despacho y un enorme ventanal con vistas a la bahía. Pues una vez allí, me preguntaron si me apetecía ir al puerto a dar un paseo en barco. ¡Si, claro! Me imaginaba dar una vuelta como en las golondrinas de Barcelona… sería muy bonito ver el atardecer sobre Bombay desde el agua. Luego, teníamos un compromiso. Iríamos a cenar a casa de unos familiares y amigos que también estaban en la fiesta de ayer, y que por lo visto habían insistido mucho en que no faltáramos. Yo no les recordaba, pero es que me presentaron a muchas personas, y me cuesta mucho retener los nombres indios. No sé por qué, pero no me quedo con ellos.

Pues fuimos al puerto tras descansar un poco y tomar un té en la salita. Yo creo, que estábamos los tres todavía algo cansados por la fiesta. Cogimos el coche, pero esta vez conducía Balaraj (tal vez por ser domingo, Abdul no trabaja). Balaraj también conduce rápido y tocando el claxón (aunque hace sonar la bocina menos que Abdul…), Y aparcamos a un par de calles del puerto. Cuando vimos el mar… ¡oh sorpresa! Estábamos justo enfrente de dos de las cosas más bonitas de Bombay, “La puerta de la India” y el hotel Taj Majal. ¡No lo podía creer! Me he puesto tan contenta, que ellos sonreían complacidos. Ashita me iba dando todo tipo de explicaciones turísticas. Y nos hemos dirigido, precisamente a ese monumento tan emblemático, pasando por delante del hotel, y hemos bajado por una rampa que está justo a la derecha del “Gateway of India”. Balaraj ha firmado en una especie de libro de registro, y al poco, ha venido una lancha muy moderna y rápida, una especie  de miniyate, sólo para nosotros. Había dos marineros, que nos han ayudado a subir.

Cuando nos hemos alejado del puerto, uno de los marineros le ha preguntado a Balaraj si quería conducir, y él ha tomado el timón. Sólo entonces, me he dado cuenta de lo que pasaba. Y le he pregunta a Ashita, “Este, ¿es un barco alquilado o es vuestro?” ¡Era suyo, claro! El paseo ha sido delicioso. Balaraj no sólo conduce rápido el coche, el barco también. Ha sido maravilloso sentir la brisa en la cara y ver cómo se me enredaba el pelo por culpa del viento mientras contemplábamos el skyline de Bombay. El paseito ha durado algo más de una hora, hasta que se ha puesto el sol, pero casi me ha sabido a poco. ¡Tan agradable ha sido!

Luego, me han preguntado si quería ver el hotel por dentro y hemos entrado. Magnífico. Ashita me ha contado que es el hotel en el que hubo el atentado hace un año y que aún estaban acabando de reconstruirlo. También me contó que, desde el atentado, habían extremado las medidas de seguridad. Y, efectivamente, había guardias de seguridad por todas partes. También hemos tenido que pasar por un arco detector de metales y meter el bolso en un escáner. Hemos paseado por el interior del hotel, que es verdaderamente bonito y te hace sentir como si estuvieras en la época victoriana. Hemos subido unas escaleras preciosas y hemos llegado a un salón de té muy coqueto. Nos hemos sentado allí a tomar algo. Hemos elegido una mesa al lado de una ventana. Yo he tomado un batido de fresa y mango, ¡qué delicia! Y por la ventana, veía en primer plano “La puerta de India”. He disfrutado muchísimo. Ashita ha recordado, que justamente en una mesa de ese salón, ella y Balaraj se habían conocido hace ya muchos años. ¡Vaya sorpresa! Les presentaron sus respectivas familias y yo, curiosa, he preguntado todos los detalles. Qué historia más bonita.

Supongo que se ha acordado porque es algo muy especial para ellos y estar allí le ha traído recuerdos, pero también porque en la mesa de la izquierda, había dos familias en una situación idéntica. Todos estaban vestidos muy elegantes, sobre todo la novia, con un sari precioso, de estilo antiguo. Yo no me he dado cuenta, hasta que la pareja se ha levantado a dar un paseo por los pasillos y entonces, Ashita ha comentado divertida que ya les habían dado permiso para irse a hablar un rato a solas y conocerse mejor. Parece que la tradición de preparar los matrimonios, sigue vigente en la India, pero ahora, puedes decidir no casarte si no te gusta la persona que tu familia ha elegido para tí. Cómo la mesa en cuestión quedaba detrás de mí, sólo he podido ver a la pareja de espaldas y a sus familias –que seguían sentados en la mesa- observando como se alejaban.

Y bueno, hemos vuelto a casa tras otra sesión de tráfico loco. ¿Por qué les gustará tanto a los conductores de Bombay tocar el claxón? La contaminación acústica aquí es monumental, igual que la cantidad de coches. Pero no me molesta. Casi me hace gracia. Los taxis, son especialmente graciosos y me recuerdan mucho a los de Barcelona porque son amarillos y negros. Pero son coches más pequeños de lo normal, se parecen mucho a los antiguos SEAT 1500, pero en miniatura, y parecen de juguete. Si el conductor es una persona grande, resulta cómico verlo dentro, y los pasajeros, parecen ir muy apretados. ¡Y los hay a cientos por las calles! Mirar los taxis de Bombay es, de verdad, muy divertido.

La cena a la que hemos ido después, también ha sido muy agradable. Resultó ser el cumpleaños del dueño de la casa, y en total éramos once personas.

Una de ellas, es una escritora famosa de libros de cocina vegetariana: Asha Khatau. La primera de sus obras obtuvo el premio al mejor libro de cocina vegetariana del mundo en 2002, galardón que se otorga anualmente bajo la denominación Gourmand World Cookbooks Awards. La conversación con ella ha sido especialmente interesante, porque a mí también me gusta mucho cocinar. Me ha ofrecido ir como invitada a una clase de cocina que da el miércoles en su casa. Preparará distintas verduras con arroz y con pasta. Ya veremos, porque Balaraj y Ashita tienen otros planes para mí…

Aunque todos habíamos estado en la fiesta, nadie iba ahora vestido de gala, por eso a mí, me costaba reconocerlos. La anécdota de la noche, ha sido muy divertida. Una señora bastante despistada, que estaba sentada a mi lado en un sofá, le ha preguntado a Balaraj -que se encontraba sentado en el sofá de enfrente y en la otra punta de la reunión-, que quién era esa “nice girl” que bailaba tanto con él al principio de la fiesta. Claro, por la distancia entre Balaraj y la señora, todos estábamos escuchando su conversación, y todos han mirado al señor Thakur como diciendo, “¿Quién era?” ¡Una chica contigo!  Balaraj ha puesto cara de extrañeza, mientras me miraba de soslayo, y le ha preguntado que cómo iba vestida esa chica… cuando la señora ha empezado a describirme… los dos -Balaraj y yo-, ya sabíamos quién era “esa chica”. ¡Era yo, claro! Cuando se lo hemos dicho, estaba súper apurada, y me pedía disculpas una y otra vez y me decía que había sido casi un cumplido, porque me había llamado “nice girl”… ¿no? Ja, ja, ¡qué gracia! Yo le decía que no tenía ninguna importancia.

Sólo ha habido un momento en que me ha invadido el pánico. Se les ha ocurrido a los hijos de los señores de la casa, que tenían unos veintitantos años, poner el karaoke, y la hija ha empezado a cantar en hindi, a ver si el resto nos animábamos. Menos mal que tras la primera canción, la búsqueda de un segundo voluntario ha sido infructuosa y han dejado a los Beattles como banda sonora… Porque… querían que cantara yo, y cuando he puesto como excusa que no sabia indio, me han dicho que también tenían canciones en inglés… ¡Uf! ¡De buena me he librado!

Antes de salir de casa rumbo a la cena, y por haber trasnochado el día anterior, Balaraj, Ashita y yo, habíamos decidido que, como muy tarde, nos quedaríamos hasta las once. Pero, ya eran las doce y aún estábamos tomando los postres. Si, si, lo he dicho en plural: había cinco diferentes. En fin, sólo espero no ganar mucho peso durante mis vacaciones en Bombay… Al final, hemos llegado a casa después de la una, hemos hablado un poco de lo que haremos mañana y yo he venido a mi confortable habitación a escribir esto que has leído…

Tengo jet lag y no puedo dormir. Esa es la verdad. Ahora, son las seis menos cuarto de la mañana. Creo que lo mejor, será no dormirme y aparecer a la hora del desayuno (a las seis y media). A ver si tras una noche en vela, mañana me duermo.

¡Ah! Y a pesar del título de este post, he pasado un día estupendo y sin dolor de cabeza. ¿Será el alcohol de la India especial? ¿O el clima evitará la resaca? Je, je,… No sé, pero me siento de nuevo muy afortunada por lo que estoy viviendo.

La experiencia de un dia tranquilo…

Lunes, 18 de enero

Hoy ha sido un día tranquilo. No he dormido, y por eso supongo que mi nivel de actividad ha sido más bajo de lo normal.

Cuando he decidido que ya era hora de salir de mi cuarto, he ido a la salita privada a ver quién había allí. Estaba Balaraj leyendo el periódico y tomando su té de la mañana. Se ha sorprendido de verme tan pronto, pero también se ha alegrado. Ha encargado que me traigan también a mí el desayuno allí y me ha confirmado que Ashita estaba en clase de yoga.

Hoy es lunes y el sr. Thakur irá a trabajar. Como yo tengo problemas de conexión a Internet con el netbook que he traído y no sabemos la razón, una hora antes de que termine la jornada laboral, iré a a su empresa, para intentar conectarme allí, y para que un informático mire mi ordenador y nos diga qué pasa. Luego, daremos un paseo al borde del mar, de regreso a casa. Así hemos quedado, y después de ir al comedor principal, donde teníamos preparado el plato de fruta de todas las mañanas, se ha ido.

Entonces, ha llamado a Ashita la escritora de libros de cocina con la que cenamos ayer, para invitarnos a acompañarla al mercado. Ella debía ir para comprar los ingredientes con motivo de la clase de cocina que dará el miércoles. Ashita disfruta mucho yendo al mercado, y además, también tenía mucho que comprar. Así que hemos aceptado la invitación.

Todos los lunes, Ashita va a un templo cercano a hacer sus ofrendas y a recibir las bendiciones de los dioses que están allí. La he acompañado. Han sido unos rituales muy sencillos y bonitos, que yo he repetido con ella. Así, también he recibido las bendiciones y un monje me ha hecho una señal en la mano, con un aceite de color naranja.

Tras acabar en el templo, hemos ido a casa de Asha, que nos esperaba ya dentro de su coche. Iríamos todas en el mismo, porque el tráfico hasta el mercado, sería muy pesado. En efecto.

El chófer nos ha depositado en la puerta del mercado, y hemos entrado. La combinación y la enorme abundancia de colores y olores aturden los sentidos. También la cantidad de gente, tanto que compra, como que vende (ya sean sus productos o sus servicios). Por ejemplo, a cada momento, te abordan unos hombres que llevan una gran cesta redonda, para hacer porteadores de tus compras. Nosotras hemos contratado dos: uno Ashita y otro Asha. A partir de ese momento, nos seguían a todas partes, recogiendo las bolsas con las compras y poniéndolas en las cestas, que luego llevaban sobre las cabezas.

Sólo hemos visitado la parte vegetariana del mercado. Los Thakur son vegetarianos estrictos (no sólo no comen carne, sino tampoco pescado) y la mayoría de sus familiares y amigos, también son vegetarianos. A Ashita le repugna el olor que hay en la zona en la que venden la carne, pero me ha dicho que si quería, fuera por mi cuenta. No lo he hecho, porque ya estuve en un mercado muy parecido al de Bombay, en Zanzíbar, y la experiencia de la zona de la carne y el pescado, realmente me resultó muy desagradable.

En general, las personas aquí visten al estilo tradicional indio. Aunque no lleven sari, las señoras suelen utilizar siempre pantalones orientales, sobre los que lucen unos vestidos que les llegan, por lo menos, hasta medio muslo. Los colores y estampados suelen ser muy alegres y vistosos, combinando colores y motivos entre pantalón y “casaca”. Yo no visto así, claro, y tal vez por eso, hoy me he sentido especialmente observada en el mercado. Especialmente por los hombres que allí trabajaban, me miraban a los ojos de una forma tan directa que me incomodaba. No sé si les llama la atención mi forma de vestir o mis ojos claros (aquí casi todo el mundo tiene los ojos muy oscuros), pero resulta muy inquietante sentirse objeto de miradas tan penetrantes y directas.

Al cabo de una hora más o menos, Ashita y yo ya estábamos cansadas del mercado. Así que hemos llamado a nuestro chófer para que viniera a recogernos, dejando allí a Asha, que todavía no había terminado sus compras.

Cuando hemos visto nuestra cesta…. ¡había muchísimas cosas! No nos hemos dado cuenta y hemos comprado demasiado. El pobre hombre que la llevaba, que era muy pequeño y delgado, no sé cómo habrá podido cargar con tanto peso. Hemos salido al mercado, nos ha recogido el coche, y hemos llegado a casa. Yo muy cansada, supongo que por la falta de sueño.

Hemos comido Ashita y yo –procurando hacer un poco de dieta para compensar los excesos de los días pasados- y luego me ha enseñado el álbum de fotos de las varias ceremonias celebradas con motivo de la boda de su hijo mayor, que se casó en febrero del año pasado. Como el tema me parecía muy interesante, me ha explicado todos los detalles de las ceremonias, ya que la familia Thakur es muy religiosa y siguen escrupulosamente todos los rituales que marca su cultura y su tradición. Las fotos eran muy bonitas, así como los vestidos y la decoración.

Se ha hecho la hora en que debía salir con destino a la oficina del Balaraj. El coche me estaba esperando abajo, y he salido calzada para pasear y llevando el netbook. El trayecto hasta la oficina, ha durado media hora, pero ya estoy acostumbrada al tráfico de Bombay. En la calle, me esperaba el secretario de Balaraj, que me ha acompañado hasta su despacho, el sr. Thakur estaba en una reunión. Ha venido el informático y me han traído agua. El informático, no ha conseguido solucionar el problema de conexión, pero he podido conectarme un rato. Lo justo para ver mi correo y añadir a este blog el post con mi llegada a Bombay. Tengo “mono” de Internet. Esto de no poder conectarse cuando uno quiere, es muy fastidioso.

Como se ha hecho más tarde de lo previsto y estaba a punto de ponerse el sol, en lugar de ir andando hasta casa, Abdul nos ha dejado al principio del paseo marítimo de Bombay, para recogernos al final del mismo. Justo cuando empezaba a anochecer. Ha sido un paseo muy agradable, aunque Balaraj andaba muy rápido. Me he dado cuenta que todos en el paseo andaban especialmente rápido, y he comprendido que para ellos, es una forma de hacer ejercicio. En lugar de correr, andan a paso ligero. Balaraj me ha explicado que es debido al clima húmedo y caluroso, se suda mucho y resulta desagradable. Además del “paso ligero” de todas las personas con las que nos cruzábamos, me ha llamado la atención, que las mujeres que hacen ejercicio, no llevan ropa deportiva. Siguen vistiendo, como en toda ocasión, bien sari, bien ese conjunto de pantalón y vestido de vistosos colores.

Por la noche, hemos ido a cenar a casa de los hijos de los señores Thakur. Yo ya estaba moribunda. Había pasado casi 48 horas sin dormir. Cuando hemos llegado a casa, me he quedado dormida en un milisegundo.

De turista por la city.

Martes, 19 de enero

Ya estoy totalmente acoplada al horario en India. Así que he dormido como un lirón y me he levantado a tiempo para el desayuno y para planificar mi día. Mientras remoloneo un ratito, me gusta levantar el estor de la ventana de mi cuarto y observar como amanece. Es uno de los primeros placeres del día. Poco a poco, veo como se ilumina el cielo y como se dibujan los cocoteros…

Hoy me había propuesto comprar una guía de Bombay, visitar el museo de Gandhi y dedicarme a callejear por la ciudad. Pero, todos mis planes parecían tener la negra.

He salido en el coche con Balaraj, para que, de camino a su trabajo –hoy le toca ir al hospital benéfico en cuyo comité de dirección colabora desinteresadamente- me dejara en una de las mejores librerías de la zona. Pero cuando hemos llegado a la tienda, estaba cerrada: no abren hasta las once y aun faltaban más de 45 minutos. Balaraj no quería dejarme en la calle esperando, y me ha sugerido cambiar de plan y visitar primero el museo, que no estaba lejos. Cuando hemos llegado, justamente hoy estaba cerrado. Porque estaban fumigando el jardín. ¡Vaya! Así que, hemos tenido que cambiar de planes de nuevo: he sido yo quien ha acompañado a Balaraj al hospital, y luego Abdul me ha llevado a la librería de vuelta. Aún faltaba un ratito para las once, así que me he entretenido en una tienda de ropa. Claro, aquí, el estilo es muy diferente de lo que estoy acostumbrada y se me ha pasado el tiempo volando.

Tras comprarme la guía y el mapa de Bombay, Abdul –que me esperaba en la calle con el coche- me ha dejado en la antiguamente llamada estación Victoria, que ahora –al igual que la mayoría de las calles de Bombay-, ha visto modificado su nombre para “indianizarlo”. Así que la estación principal de la ciudad se llama ”Chhatrapati Shivaji Terminus”. Desde luego yo, no puedo pronunciar esto. Es un impactante y exuberante edificio, uno de los más extravagantes y emblemáticos de Bombay. Es una mezcla de tres estilos arquitectónicos: el hindi, el victoriano y el islámico, con un resultado un tanto daliniano. Fue diseñada por Frederic Stevens y se inauguró en 1887, 34 años después de que la línea ferroviaria que comunica Bombay estuviera terminada. Hoy por hoy, la Chhatrapati Shivaji Terminus es la estación de tren más transitada de Asia, con más de 3 millones de viajeros diarios. En 2004 fue nombrada patrimonio de la humanidad por la Unesco. Realmente es muy bonita y especial. Dicen que es el edificio más fotografiado de Bombay. Si el tráfico de vehículos es una locura en la ciudad, el tráfico de personas también es impresionante. Especialmente dentro de la estación. He asistido a la llegada de un tren, y casi me ha dado miedo la avalancha humana que venia hacia mí. Por las calles, uno tiene que andar atento, porque hay mucha gente y caminan muy rápido. Hoy si que he visto muchas personas durmiendo en el suelo, y me ha llamado la atención que los caminantes, a pesar de la rapidez y aparente indiferencia con la que se mueven, respetan a quienes duermen en la calle. Y no sólo dormitan por ahí los humanos, también lo hacen los perros. Me ha sorprendido gratamente ver como ambas especies pueden dormir tranquilas, porque nada malo les va a suceder por estar tumbados en el suelo: ni les van a apalear, ni les van a prender fuego, ni les van a dar una patada,… ¡qué diferencia con lo que a veces pasa en España donde los indigentes y los animales sufren agresiones tan crueles!

He comido con Balaraj en un hotel frente a la bahía de Bombay, con unas vistas espectaculares. Luego me he ido de compras, y he descubierto una tienda que me ha gustado muchísimo. Se llama “The Bombay Store” y en ella se encuentran todo tipo de productos típicos y también de diseño: artesanía, velas y aromas, inciensos de todo tipo y condición, cuadros y grabados, ropa típica, ropa de cama y de casa,… una delicia. ¡Se me ha pasado una hora volando!

Para terminar la visita cultural de hoy a Bombay, he ido a recoger a Balaraj a su oficina, y juntos hemos visitado una interesantísima exposición fotográfica, organizada por la Nacional Gallery of Modern Art y patrocinada por Louis Vuitton. Hemos ido porque Balaraj tenía mucho interés en verla como fotógrafo aficionado que es. No tiene mal gusto, no. La exposición ¡me ha encantado! Se trata de una colección de fotografías antiguas, tomadas a principios del siglo pasado en la India. Fue una iniciativa del banquero francés Albert Khan que dedicó una buena parte de su vida y su fortuna a fomentar la paz universal, creando numerosas instituciones para promocionar el entendimiento entre las personas. Uno de sus amigos fue el poeta indio Rabindranath Tagore, cuya fotografía en medio de un jardín, es especialmente hermosa y preside la exposición. Y es que este banquero creía firmemente que el conocimiento de otras culturas fomenta el respeto y las relaciones pacíficas entre la gente.

Y… ¿qué tiene que ver Louis Vuitton en todo esto? Pues, además de que la marca acaba de lanzar una nueva campaña publicitaria centrada en “el alma de los viajes y del descubrimiento de uno mismo”… junto a las fotografías y autocromos se exponen algunos baúles antiguos, fabricados por Louis Vuitton y pertenecientes a algunos de los príncipes y marajás que aparecen en las imágenes. Por cierto, los “autocromos” son el primer sistema de procesado industrial para la fotografía en color. Yo no lo sabía, por eso lo aclaro.

Abdul nos esperaba en el coche a la salida. Y ha pasado algo que me ha hecho sonreír. Abdul, como es natural, está siempre pendiente de Balaraj. Por ejemplo, le abre la puerta a él antes que a mí. Por lo que yo, no espero a que Abdul de la vuelta al coche, y me abro la puerta yo sola y me meto en el vehículo. Pues hoy, al dirigirme a mi puerta, me he encontrado en el asa, una bonita flor de color naranja. He mirado hacia arriba, a ver si el árbol que daba sombra al coche tenía ese tipo de flores. ¡No! ¿Entonces? ¿Esa flor había caído del cielo o me la había puesto en la puerta Abdul? La he cogido, porque realmente era muy bonita y la he tenido un par de días en mi cuarto, hasta que alguien se la ha llevado.

Y, hoy, para variar, cenamos en casa. ¡Qué bien! Uno poco de paz y tranquilidad, también son necesarias… Balaraj ha abierto un vino buenísimo, un Cabernet Sauvignon (mi preferido aunque él no lo sabía) de origen chileno. Me ha sorprendido su excelente bouquet y su suavidad. Una delicia que hemos empezado a degustar como aperitivo, antes de sentarnos a la mesa. Y hoy, hemos cenado la comida favorita de Balaraj. Al mediodía, mientras comíamos en el hotel con las vistas al mar, le he preguntado cuál era su plato favorito. Es una comida hindú, una mezcla de muchas cosas muy difícil de explicar. Entonces, con cara de travieso, como si fuera un niño pequeño, ha llamado a Ashita para pedir que prepararan ese menú para la cena. Ha sido el plato único de esta noche, y me ha gustado especialmente ver cómo Balaraj disfrutaba comiendo. Por primera vez desde que estoy aquí, hemos acabado todo lo que nos han servido y hemos pedido al cocinero que preparara más. A Balaraj se le veía feliz. El cocinero, también estaba muy contento. Así que, todos, hemos disfrutado mucho con la cena. La verdad es que este plato es muy bueno, es una mezcla de verduras y arroz (o puede que fuera otra cosa) crujiente. Como todo aquí, muy especiado. A mí también me ha encantado y he repetido dos veces.

Como estábamos en casa, hemos decidido ver una película. Y entre las que a mí me apetecía ver, había una que Balaraj no había visto todavía: Slamdog Millionaire. No me ha gustado y me ha sorprendido negativamente. Supongo que los más entendidos en cine, no estarán de acuerdo conmigo (o si no, no le hubiera concedido el Oscar), pero desde mi punto de vista, hay dos cosas que me desagradan profundamente: en primer lugar, la crueldad de la historia y la crudeza de algunas imágenes. Además, que el espíritu que se desprende de esa película, no se corresponde con el que yo estoy viviendo estos días en Bombay. La gente en India, no es tan cruel ni tan egoísta, esas son características del mundo occidental. Aquí, las personas son tolerantes, solidarias, son honestas y buenas. Eso lo estoy comprobando en todo momento. Así que, en mi opinión, esta película no expresa de forma realista la esencia de Bombay. Puede que lo que este film cuenta pase en realidad de algunos suburbios, pero es sólo una anécdota, no la vida normal en esta ciudad. Desde luego que no.

Curiosidades de hoy

  • Mc Donalds ¡en hindi!
  • Un puzzle de azulejos con la imagen de Mumba Devi que había en un callejón de lo más cochambroso…
  • Una calle poco transitada y sin atascos… ¡en Bombay!
  • Un locutorio indio (los hay a decenas por las calles)

Incroyable… mais vraie!

Qué estrés más tonto…

Miércoles, 20 de enero

A primera hora he sabido que esta noche, tenemos que asistir a un evento de compromiso. ¿Otra fiesta? Si. Se trata de unos familiares de la nuera de Ashita y Balaraj, y no podemos faltar. Y esta vez, no puedo ir vestida de occidental, tengo que ir al estilo indio, porque los Thakur no son los anfitriones y no puedo desentonar. Ashita me buscará algo que ponerme en su armario. No vestiré un sari, sino un conjunto de pantalón y kurta, que también es apropiado para una ocasión de compromiso. La fiesta, de nuevo es aperitivo, cena y baile.

Todos estamos muy ocupados hoy. Ashita tiene su clase de pintura y estará fuera todo el día. Balaraj tiene una reunión de trabajo, que también le tendrá todo el día “fuera de cobertura”.

Balaraj y yo, hemos salido sobre las diez y me ha dejado en la oficina de correos del barrio porque tengo que mandar las postales que compré ayer. Hay sobre todo dos muy importantes, una para Olivia y otra (que va en sobre para que los metiches de su casa se mueran de curiosidad) para un tal Bond, James Bond. ¿Estás contento, 007?

Justo enfrente de la oficina de correos hay un parque con unas vistas espectaculares sobre la bahía de Bombay, y Balaraj me ha recomendado que lo visitara. Después, mi plan es andar hasta la zona de tiendas, donde vendrá Abdul a recogerme. Como Balaraj hoy no lo necesita, tendré chofer todo el día. ¡Qué lujo!

He visto que justo enfrente del parque que me ha señalado Balaraj en el mapa, hay otro cuya entrada se ve magnífica. Ambos están en el mismo cruce de calles que la oficina de correos. ¡Nunca hubiera pensado que había un parque tan bonito en este barrio residencial en que vivimos y que se llama Malabar Hills! He disfrutado muchísimo del paseo por el parque, las plantas, muchas y muy hermosas, están perfectamente cuidadas. Se nota que a los jardineros que allí trabajan les gusta su tarea, porque hasta se dedican a podar los setos con formas de animales. Eso, junto con este clima tan cálido y húmedo de Bombay, dan como resultado un parque exuberante que ha sido un verdadero placer recorrer.

He cruzado la calle y he visitado el otro parque. Este no es tan bonito en sí, pero, efectivamente, las vistas sobre la bahía de Bombay son espectaculares. Lástima que hoy haya una ligera bruma que no me ha permitido sacar unas fotos nítidas. En este parque, no hay plantas tan espléndidas como en el otro, lo que hay en este parque por todas partes son… ¡niños! Si. Debe ser la hora de la comida (aunque sólo son las once), pero el parque está lleno de niños, los más pequeños con sus maestras, que comen o corren por ahí. Hay cientos. A ninguno se le ha pasado por alto mi presencia. Supongo que tengo para ellos una pinta muy rara y no están acostumbrados a ver turistas. Ha sido muy divertido, porque me saludaban (yo correspondía) y eso les hacía mucha gracia. Algunos, al ver mi cámara, hasta pedían que les hiciera fotos. Es por ejemplo, el caso de los niños de la escalera, que cuando me he despedido con la mano, todos han hecho lo mismo mientras gritaban lo que supongo que en hindi debe ser “Adios”.

Justo cuando estaba saliendo del parque me ha llamado por teléfono Ashita para informarme de lo que había organizado para mí. Tenía en mi armario un traje al estilo indio, de color negro (a base de pantalón y kurta) que era el que podría lucir por la noche. Si no me gustaba o no me sentaba bien, Ashita me buscaría otra cosa, pero ella lo veía muy apropiado. Por otra parte, en casa me esperaban a comer a la una y ya tenía el menú preparado: sopa, ensalada, y un combinado de berenjena y otras verduras. Yo no como nunca sopa en verano (porque para mí, el clima que hay ahora en Bombay y que ronda los 25-26ºC es pleno verano), pero en Bombay, es invierno, y por eso casi todos los días hay sopa. A mí me encanta la sopa, y no me importa comerla, pero me hace gracia tomar tanta sopa en verano, vestida con camiseta y sandalias…

He salido del parque en dirección a la zona de tiendas, consciente de que me había entretenido demasiado para el día que me esperaba. A las 2 tenía que ir a la clase de cocina de Asha Thakau. ¡Si! Finalmente mi agenda me lo permitía y la verdad es que me hace mucha ilusión ir aprender a cocinar con una escritora famosa… Pero antes, quería comprarme unas sandalias de tacón para lucir por la noche, los zapatos que he traído no combinan con lo que me ha preparado Ashita.

En la zapatería… ¡me he probado más de 20 sandalias! El dependiente, era tan amable, que me sacaba incluso las que yo no había pedido, diciendo que eran muy bonitas para mí. Y sentado en el suelo, él mismo me ha calzado todo lo que me he probado. Al final, he salido de allí con unas sandalias preciosas y desde luego… ¡baratísimas! Pero con tanta prueba, y tanta parsimonia, he perdido mucho tiempo.

He visto que Abdul ya estaba esperándome en la calle y le he dicho que me llevara a casa. Seguimos teniendo problemas de comunicación, porque Abdul habla muy poco inglés y yo no se decir -pero que nada- en hindi. Su jefe –Balaraj- cuando me dejaron en la oficina de correos, le había dado clarísimas instrucciones sobre lo que tenía que hacer: esperarme en la calle donde acababa de encontrarlo, llevarme a la otra zona de tiendas del barrio (se llama “Candy”), luego a comer a casa y luego a la clase de cocina. Y claro, cuando yo insistía en ir a casa “home”, “house”, él insistía con lo de las tiendas “Candy. Candy. … No Candy?” me decía extrañado, casi preocupado.

Pero es que yo quería primero ver el traje que Ashita me había dejado, para estar segura que no necesitaba comprar nada más. Finalmente, cuando ha visto que yo no cambiaba de opinión, pues ha arrancado el coche rumbo a casa. Abdul y yo seguimos sin hablar cuando vamos en el coche, y hoy, me ha sorprendido muchísimo, porque al pasar por delante de un templo, me lo ha señalado efusivamente, diciendo “temple, temple” como recomendándome que lo visitara. ¡Vaya! Parece que le interesa que vea cosas interesantes en Bombay. Me ha parecido muy bonito su gesto, para no existir –prácticamente- ninguna comunicación entre nosotros.

Entonces me he dado cuenta que no sabía la dirección de donde era la clase de cocina, y he pensado en llamar a Asha para que me lo dijera. He llamado un montón de veces, y no me cogía el móvil. He sentido una cierta intranquilidad. Así que le he preguntado a Abdul si sabía dónde estaba el lugar donde tenía que ir a las 2 y me ha dicho, que si. Pero… ¿y qué piso? ¡Ay madre! no sé cómo llegaré…

Finalmente, me ha llevado a casa y le he dicho casi por señas, que me esperara 10 minutos, que yo bajaba en seguida. He subido, he visto el traje, me lo he probado, y no me ha gustado mucho, además me viene un poco justo y no estoy cómoda.

He bajado como una exhalación, con la idea de comprarme algo indio que ponerme en “Candy”. Abdul me ha llevado a la otra zona de tiendas, y me ha dicho que me esperaba en la calle, un poco más adelante. Me he probado como doce trajes, todos conjuntos de pantalón y casaca, kurta, o similar, pero, tampoco me ha gustado ninguno. Tengo la sensación de que son trajes muy turísticos, y me ha dado mucha pena la cara de decepción del dependiente que me ha ayudado, porque al final, no he comprado nada. Y he empezado a ponerme nerviosa, porque se me echaba el tiempo encima, y no veía nada claro si haría el ridículo por la noche. Tampoco como llegaría a la clase de cocina, cuya dirección exacta no sabía. ¡Buf! ¡Qué estrés más tonto!

En casa la mesa estaba puesta y me han servido enseguida, aunque lo he tenido que pedir por señas. (Tampoco puedo comunicarme fácilmente con los sirvientes que hay en la casa.) Yo he comido lo más rápido que he podido, ya eran casi las dos. He bajado y Abdul ya estaba esperando. Y me ha sorprendido que se haya sentado en el sitio del copiloto otra persona, un chico joven que acababa de abrirme la puerta del coche. Bueno, supongo que debe ser alguien que conoce Abdul y que le llevamos porque nos coge de paso. Pero no me han dicho nada al respecto, ni yo he preguntado. ¿Para qué? No nos íbamos a entender… Hemos llegado a casa de Asha, donde será la clase de cocina. Y sólo entonces, me he dado cuenta, que el chico que había venido con nosotros en el coche, ¡lo había hecho sólo para acompañarme hasta la puerta de la casa! ¡Y yo preocupándome por qué piso era! Supongo que eso lo había organizado Ashita. ¡Está en todo! Me ha acompañado en todo momento, hasta dejar el ascensor en el piso de Asha y después de haber llamado a la puerta.

Una vez allí, he visto sorprendida que la clase estaba muy concurrida. Unas 25 mujeres, de todas las edades, estaban sentadas alrededor de una enorme mesa llena de ingredientes, papel y bolígrafo en mano, dispuestas a aprender lo que nos iban a enseñar. Ellas llevan ya seis meses asistiendo a las clases de Asha todos los miércoles, según he sabido después.

Como al resto de alumnas, me han entregado unas fotocopias con la lista de ingredientes y la receta de lo que íbamos a cocinar: Brownies y un combinado de distintas verduras con arroz, pasta italiana y noddles chinos. Todo ello preparado en unas “Sizzlers” que son unas bandejas de hierro, muy pesadas, que se calientan en el horno a la máxima temperatura posible para que mantengan el calor de los alimentos cuando se sirven en la mesa, lo cual se hace sobre una placa de madera. La clase, aunque ha durado casi tres horas, transcurría muy rápido. Yo me he perdido totalmente, entre la cantidad de ingredientes desconocidos, las unidades de medida utilizadas (que no tienen nada que ver con las españolas) y el inglés. Menos mal que con los apuntes que nos han dado, podré cocinar esos platos porque… cuando ha llegado el momento de probarlos… ¡Madre mía! ¡Qué delicia!

Pero la clase ha terminado una hora más tarde de lo que yo pensaba. El pobre Abdul llevaba esperando todo ese tiempo. Así que, tras probar un poquito los brownies, me he despedido, he agradecido la invitación y he bajado corriendo. Le he dicho a Abdul “hair dresser” porque quería ir a la peluquería y, muy contento, me ha dicho,”Yes, yes”. Ashita me había comentado que había una muy cerca de casa, y he supuesto que Abdul me llevaría a esa. Efectivamente, pero antes de dejarme en la puerta de la peluquería… ¡ojo al dato!… Abdul ha pasado por la puerta de casa, y me la ha señalado hasta que se ha dado cuenta de que me fijaba. Así, seguro que no me pierdo a la vuelta, desde luego que no. ¡Otro que está en todo!

En la peluquería hablaban inglés. ¡Menos mal! He dicho que quería lavarme el pelo. ¿Sólo lavar? Me ha dicho extrañadísima la peluquera… ¡No! Y también secar, claro. He pasado inmediatamente y me han preguntado si quería manicura y pedicura…. ¡Si!…. En menos de una hora me han lavado el pelo (con masaje capilar incluido), me lo han secado, y me han dejado las uñas de pies y manos preciosas. Y todo por el módico precio de 1.100 rupias, que al cambio vienen a ser unos 18 euros. ¡Increíble!

He llegado a casa, súper contenta, y al poco, han llegado también Ashita y Balaraj. Cada uno por su cuenta, en un intervalo de diez minutos. Nos hemos tomado un té los tres juntos en la salita privada y luego, le he dicho a Amita, que no me gustaba mucho el traje negro y me ha sacado otros dos. Al final, me pondré uno rosa… muy mono… y que me sienta bastante bien. Las sandalias le van perfectas.

Cuando nos hemos encontrado los tres en el recibidor, listos para salir, pues Ashita se ha fijado en mis sandalias. Me ha dicho que eran preciosas y si las había comprado hoy. Pero… ¡se fija en todo! La fiesta ha sido mucho más sencilla que la del otro día, aunque la comida, también ha sido buenísima. Al llegar, hemos ido directamente a saludar a los novios, y los Thakur les han entregado un sobre con su regalo. Ellos, lo han agradecido mucho. Aquí, la forma de saludo más respetuosa es agacharse para tocar (o besar, no sé) los pies de la persona a la que se quiere demostrar respeto. Pero nunca he visto a nadie, acabar la maniobra, porque el saludado, antes de que el que saluda llegue a tocar el suelo, le pide por favor que se levante, tocando su espalda cuando la reverencia ya está muy avanzada. Así ha saludado el novio a Balaraj hoy. También he visto que hacen lo mismo las dos nueras de los Thakur con sus suegros.

Yo saludo dando la mano. No sé si será poco respetuoso…

Y esta vez, nosotros no hemos bailado. Resulta que los novios deben ser unos forofos de la danza estilo Bollywood, porque ¡hasta tenían coreografías preparadas y todo! Primero han bailado el novio y otros chicos, una danza como muy rápida y bien coordinada. Luego la novia con un séquito de saris (su baile ha sido más sensual) y luego, los novios solos (con un estilo entre divertido y romántico, como el número final de la película Grease, pero a lo indio). Yo no daba crédito a lo que estaba viendo. Ha sido muy divertido.

Hemos cenado. ¿El qué? ¡¡¡¡ Sopa !!!! Y luego, un bufete vegetariano. En esta fiesta, no había nada que no fuera vegetariano. Y no nos hemos quedado mucho, porque la música estaba muy fuerte y al ser entre semana, estábamos cansados y no queríamos que se nos hiciera muy tarde.

Marujeando…

Jueves, 21 de enero

Hoy he decidido pasar la mañana tranquilamente en casa. Es que  tengo la sensación –desde que he llegado a Bombay- de que me paso el día corriendo de un lado para otro, para visitar los lugares turísticos o para asistir a eventos y compromisos. Hoy quiero relajarme y descansar un poco de tanto ajetreo.

Y para empezar la mañana bien relajadita, hoy me he unido a la clase de yoga que los Thakur tiene dos o tres veces por semana en la ya famosa salita privada. Viene un profesor, que además de profesor de yoga es un mago aficionado, y da una clase particular. Es monísimo y pronuncia la “S” como algunos niños pequeños, diciendo una especie de “Z”. Pues hoy, en lugar de dos, en la clase éramos tres. ¡Qué bien me he quedado después de una hora de estiramientos y de concentrarme en mi respiración! Aunque también me he dado cuenta –y eso no ha sido tan agradable- de que necesito recuperar mi paz interior. Me falta y antes la tenía.

Luego, he pasado un par de horitas poniéndome al día con este diario, ordenando mi armario y mis cosas, descargando fotos y escuchando música con mi MP4. ¡Qué bien! Me ha durado poco esta calma, porque a las 12 y media ha empezado de nuevo ha la actividad. Ashita y yo hemos quedado para comer con Pinky, la nuera de los Thakur y su madre. Una comida de chicas, vaya.

Hemos ido a un restaurante vegetariano del centro y lo hemos pasado muy bien. Ya me voy acostumbrando incluso al picante. Me han ayudado a pedir, porque por los nombres hindis, no era capaz de elegir algo que me gustara. Al final he comido una combinación de arroz basmati y puré de espinacas, acompañada con una ensalada de pepino y tomate en salsa de yogur y una especie de tortitas (creo que de maíz) cocinadas entre hojas de plátano. Estaba todo muy bueno. Y de postre… ¡me he tomado un helado de plátano, caramelo y almendras! Mmmmmmmm ¡Delicioso!

Luego Ashita y yo nos hemos ido de compras, el objetivo era enseñarme dónde puedo comprar los regalitos que llevaré de vuelta a España.

Las tiendas de la calle, no me han gustado nada. Todas esas cosas ya han llegado a España y se venden en los “Todo a cien”. ¡Son los inconvenientes de la globalización! En cambio, un poco más tarde, hemos ido a una tienda alucinante que se llama “Fabindia” donde hemos estado mucho rato y hemos comprado (las dos) muchas cosas. Es una tienda que vende todo tipo de prendas y artículos hechos de tela fabricada en

India: pashminas, ropa de cama y de baño… Y por supuesto, todo tipo de ropa india: kurtas, saris, pantalones, pañuelos, etc.

Hemos quedado agotadas y hemos vuelto a casa.

Esta noche me toca cocinar a mí. Bueno, lo de cocinar, es un decir, porque con dos pinches de cocina haciendo en dos segundos y medio todo lo que les pides, realmente no he hecho nada más que dirigir la orquesta… Es que hoy, cenamos paella. Una paella de verduras al más puro estilo valenciano. Y vienen a cenar dos amigos muy allegados de la familia para probarla. Es nuestro acontecimiento del día.

Ha sido una velada muy agradable, y aunque la paella ha salido muy buena, no sé si les habrá gustado. Es que aquí se come todo tan especiado y lo sabores son tan fuertes, tan intensos y casi siempre la comida es tan picante, que al lado del resto de alimentos que había en la mesa (ensalada, minipatatas con salsa de tomate y unas tortitas con puré de guisante dentro), el arroz que yo he hecho, estaba muy insípido.

Empezando un largo fin de semana.

Viernes, 22 de enero

Si hasta ahora he tenido la enorme fortuna de experimentar cómo es la India de unos pocos privilegiados, lo de de este fin de semana… ya no sé cómo catalogarlo.

Hoy hemos empezado un largo puente que disfrutaremos hasta el próximo martes. Vamos a pasarlo fuera de Bombay, haciendo una especie de triángulo en la zona del sur de la ciudad. Primero visitaremos la playa, y luego las montañas. Así que ya me han advertido que en la maleta tengo que poner ropa de baño y ropa de abrigo. Experimentaremos un cambio de temperatura bastante radical en las montañas.

Como en barco se tardan unos cuarenta y cinco minutos en llegar y en cambio en coche son dos horas y media, iremos en el yate de los Thakur. Hemos mandado el equipaje con Abdul el el coche a primera hora. Eran las diez de la mañana cuando hemos salido de casa, rumbo al puerto.

De nuevo he podido admirar la fachada del hotel Taj Majal y el monumento de “La puerta de la India”. Realmente, ambas estructuras son bellísimas. Balaraj ha firmado el libro de registro y el yate ya estaba al final de la rampa, esperando. Hemos subido con ayuda de los marineros y de pronto, Ashita nos ha dicho muy emocionada, que había un actor en la rampa, esperando su barco. Yo he mirado y he visto a cuatro hombres jóvenes, pero no reconocía a ningún actor. Ashita me ha aclarado que es un actor de Bollywood, que se ha hecho muy famoso debido a no sé qué película. ¡Ah bueno! A mí, no me suena de nada… Cuando nos alejábamos de la rampa ya en el barco, hemos visto un súper yatazo, que es el que venía a recoger al actor y sus acompañantes. ¡Vaya barco! Por lo menos, el doble de grande que el nuestro. Su casco, en lugar de blanco, era de un elegante azul marino.

Al igual que sucediera el domingo, cuando salidos de paseo con el barco, cuando nos hemos alejado del puerto, ha sido Balaraj quien ha tomado el timón. Ha puesto el motor a toda máquina y hemos empezado a alejarnos del skyline de Bombay rápidamente. La travesía era muy agradable, porque el mar estaba totalmente en calma y hacía un día precioso. De pronto… ¡nos ha adelantado como una exhalación un barco que iba mucho más rápido que nosotros! ¡Si! ¡Era el yate azul del actor de Bollywood! Nos hemos quedado con cara de ¡chof! En fin, los hay que todavía son más privilegiados aquí…

Tras una media hora, hemos llegado al puerto de destino. En ese momento, estaban desembarcando del yate azul el actor y sus amigos. Se ve que van a pasar el fin de semana en la misma playa que nosotros. Hemos esperado unos cinco minutos hasta que el precioso barco ha dejado el muelle libre, y hemos desembarcado nosotros.

Como Abdul aún tardará una horita en llegar, hemos cogido un “huevo taxi” para ir a casa. ¡Ha sido muy divertido! La carretera, como todo en la India que he tenido oportunidad de conocer, está muy transitada, y el trayecto ha sido bastante entretenido. Ha durado unos 12 minutos.

Cuando hemos llegado a la propiedad del los Thakur… ¡oh Dios mío! ¡Esto si que es lujo! Es una casa de cuento, bueno, más que una casa es como un resort, porque excepto una habitación que se encuentra en el primer piso, en una zona abuhardillada, el resto son como pequeños bungalows esparcidos por el jardín. En total, creo que me han enseñado seis habitaciones-bungalows. Y son… ¡alucinantes! Todas con cama súper king size, y cuarto de baño dividido en tres partes: zona de lavabo, zona de bañera empotrada en el suelo y ducha exterior. ¡Si! ¡Exterior! La ducha está en un jardín privado que tiene cada bungalow en su parte de atrás. Bueno, por muy privado que sea, yo no me voy a duchar afuera… ¡Quién sabe quién puede estar mirando en ese momento!

El edificio principal, tiene un enorme salón, un comedor, la cocina y un cuarto de baño en la planta baja. Todo ello rodeado de unas enormes zonas de porche. En el piso de arriba, como ya he comentado, una habitación, también con su cuarto de baño y una bonita terraza, desde donde se puede contemplar todo el jardín.

Y que no se me olvide la piscina. Es preciosa (ver foto).

Pues tras enseñarme la casa (y ver la cara de asombro que he debido poner), Balaraj me ha preguntado si me apetecía darme un baño. ¡Claro que sí!

Nos hemos puesto el bañador y nos hemos acomodado en la pérgola chill out antes de meternos en el agua. ¡Qué bañito tan agradable!

Hemos comido y dormido la siesta.

Por la tarde, han llegado las otras tres personas con quienes estaremos este fin de semana: el hijo mayor de los Thakur, su mujer y la madre de ella. Cada uno ha ocupado sus habitaciones y luego, hemos ido a dar un paseo por la playa.

Una playa realmente preciosa donde hemos podido disfrutar de una hermosa y -rapidísima- puesta de sol. Aquí el sol, se mueve mucho más rápido que en España, me he dado perfecta cuenta esta tarde. Supongo que es por estar más cerca del Ecuador, ¿no?

Ya casi de noche, hemos acabado el paseo y hemos tomado un agua de coco cada uno. Había por todas partes vendedores de agua de coco. Como la playa está completamente bordeada por cocoteros, me ha dicho Balaraj que esta es una fuente de ingresos importante para los nativos del lugar, ya que la zona es muy turística. Pero claro, los turistas que vienen aquí son los indios, principalmente de Bombay, yo sigo siendo una extraña cuya forma de vestir y fisonomía, llama la atención.

De vuelta a casa, ya era totalmente de noche y… ¡qué bonita es también la casa iluminada! Además, está llena de maravillosos olores que desprenden algunas plantas por la noche y el silencio de alrededor, se ve interrumpido por un constante murmullo de grillos o no sé qué otros insectos y por el ulular de algún ave. Como si estuviéramos en medio de la selva.

La cena ha sido muy agradable y la sobremesa más. Y nos hemos acostado pronto.

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